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De los creadores de “¿Por qué no imprimimos más billetes?” llega el mayor lugar común de los izquierdistas, decir que “El Estado no se quiebra”. No pueden estar más equivocados.
Afirmaciones como esta, que escuchamos frecuentemente, son muy peligrosas para la economía de los países. Creer que un Estado no se quiebra es supremamente ingenuo. Es otorgarle una capacidad divina al Estado: una omnipotencia que evidentemente no tiene, una suerte de Estado-papá proveedor, con un cheque en blanco que siempre tendrá fondos. Sin embargo, el Estado, al igual que el papá proveedor, o el que firma el cheque, necesita tener dinero para respaldar sus gastos. No puede gastar más de lo que tiene. No es difícil de entender.
Esto me recuerda a una amiga que siempre le pedía dinero a su papá. Para las fiestas, la comida, la ropa, los conciertos, etcétera, hasta el día en el que el papá le dijo: hoy no puedo, no tengo plata. Era previsible, sin embargo, a ella le tomó por sorpresa. Parece que todos entendíamos que iba a llegar el punto en el que el papá ya no podría darle más dinero, menos ella. Pasa igual con el Estado: todos sabemos que es previsible que se quede sin fondos si gasta mucho dinero; los únicos que no lo saben (o se hacen), y he aquí lo más paradójico de todo, son quienes manejan ese dinero, los políticos. Ellos sí que creen que tienen un cheque en blanco para hacer lo que quieran, como mi amiga.
Bajo esa peligrosa afirmación se sostienen, por ejemplo, los sistemas piramidales de pensiones en el mundo. No olvidemos que Jaime Dussán dijo en una entrevista que “El Estado no se quiebra” y por esa razón Colpensiones siempre iba a tener dinero para pagar las pensiones. Lo mismo decía el Psoe en España, y solo basta ver la crisis pensional en la que están. O Grecia, que se quebró por culpa del sistema pensional.
Por otro lado, hay quienes afirman que el Estado podría trabajar a pérdida en momentos de crisis, y que eso no lo va a quebrar porque no es una empresa. Si bien es cierto que no lo es, a un país hay que administrarlo como si lo fuera porque el dinero no cae de los árboles.
¿Cómo se financia el Estado? Con el dinero de los contribuyentes, principalmente. Si empieza a gastar y a necesitar más dinero, asfixia a las personas y las empresas con tal de no quebrarse. Y puede que le funcione por un tiempo, pero así como con el ejemplo del papá proveedor, llegará un momento en el que ni las personas ni las empresas puedan seguir sosteniendo al Estado.
Es una quiebra social. No solo se quiebra el Estado, sino que lo hace a costa de quebrar a las personas y empresas.
Nosotros aún no estamos en esa situación, pero casi. Si seguimos con “cuentas alegres” para estimar el recaudo de impuestos, como sucedió en 2024, el panorama es que podamos entrar en un default. Tal como Líbano, Argentina o Venezuela.