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La industria automotriz recibió con sorpresa el anuncio que hizo la firma sueca (aunque de dueños chinos) Volvo Cars sobre su intención de concentrar la totalidad de sus esfuerzos de investigación y desarrollo en vehículos eléctricos o híbridos. Volvo afirmó su intención de que los motores de todos sus vehículos tengan una componente eléctrica a partir de 2019, en preparación para decirle adiós de manera definitiva a los motores de combustión en 2025. La decisión está sustentada en un análisis de la preferencia de los consumidores a nivel global.
La movida de Volvo no nos debería extrañar y seguramente será rápidamente imitada por los grandes jugadores de la industria como Ford, GM, Fiat, Volkswagen, etc., no solo por la velocidad de los avances tecnológicos y el remezón que Tesla Motors le ha venido dando al mercado, sino porque el modelo energético actual es insostenible en el mediano plazo. La demanda energética global sigue creciendo y las fuentes tradicionales de suministro son en su gran mayoría recursos no renovables cuya producción, a pesar de avances en la producción de crudo como la fractura hidráulica o “fracking”, siempre estará rezagada respecto a la demanda. Tony Seba, economista de Stanford y experto en temas energéticos predice que la demanda de petróleo llegará a su pico de 100 millones de barriles por día en 2020 y empezará a reducirse para llegar a solo 70 millones en 2030.
Con la popularización de los vehículos de combustión interna, los combustibles derivados del petróleo, se consolidaron durante el siglo XX como la única fuente energética para la industria del transporte. La sostenibilidad de un mundo 100% alimentado por combustibles fósiles es cuestionada no solo por la no-renovabilidad de los mismos, sino por ser causantes del calentamiento global debido a las emisiones de dióxido de carbono. Estas variables abocan a los fabricantes de vehículos a apostarle al desarrollo de los motores eléctricos y a volverlos parte fundamental de su estrategia para los próximos años.
Estamos bastante lejos de un mundo 100% eléctrico debido a que la tecnología todavía se encuentra en su infancia y los costos y en particular la capacidad de las baterías todavía deja mucho que desear. No es un secreto que la falta de una infrastructura de estaciones recarga con la suficiente capilaridad tanto en mercados desarrollados como en los emergentes, así como la capacidad de las baterías actuales no es suficiente.
En países en desarrollo donde el despliegue de una red densa de recarga puede ser extremadamente oneroso, se requiere que la autonomía de los vehículos sea considerablemente mayor de lo que hoy en día se ofrece. El foco de la investigación en baterías para vehículos eléctricos está orientado a mejorar sustancialmente la densidad energética, lo que generaría una reducción del peso del vehículo y así de su costo, al ser necesaria una menor cantidad de celdas y materiales, algo de lo que estamos a cinco o 10 años según predicciones de los expertos.
El tema del abandono de los combustibles fósiles no se reduce sólo a los automóviles, como lo evidencia la directiva del gobierno noruego de forzar a dueños de edificios tanto residenciales como comerciales que hoy en día usan petróleo fósil para calefacción a encontrar otras opciones a partir de 2020. Lo cual nos hace que es indispensable que los gobiernos empiecen a proponer mecanismos que incentiven la transición de las industrias hacia un mundo menos dependiente de la gasolina y el petróleo.