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Analistas 17/06/2016

Snapchat: la revolución de lo efímero

Javier Villamizar
Managing Director
La República Más
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Si usted querido lector tiene más de 35 años, es muy posible que no haya oído hablar de la red social Snapchat, o si ha eventualmente ha escuchado de ella, es altamente probable que no sea un usuario asiduo de la misma. Según varios analistas, se dice que el grueso de los usuarios de Snapchat, van de los 13 hasta los 24 años y que cada usuario dedica en promedio 30 minutos de su día al consumo de su contenido a través de la aplicación móvil. Un usuario promedio o “snapchatter” ve en promedio hasta 60 videos en un día, lo cual sobrepasa a otros sitios como Facebook, Vine o el mismo Youtube.

A nivel mundial, se estima que Snapchat tiene más de 150 millones de usuarios diarios, en su mayoría adultos jóvenes y “millenials”, un mercado bastante atractivo para cualquier anunciante. Estos números tienen aún mas sentido si se comparan con el alcance de la televisión tradicional. Un estudio de la empresa Nielsen, dedicada a los estudios de sintonía, mostró que mientras la TV logra impactar a 6% de la población entre 18 y 34 años, Snapchat logra llegar hasta 41% de dicha población. En pocas palabras, si una empresa de productos o servicios quiere conectarse con ese segmento de la población, tiene que buscar la manera de asociarse con esta innovadora red social creada por el veinteañero Evan Spiegel, la cual en 2013 estuvo en la mira de Mark Zuckerberg, el CEO de Facebook, quien intentó echarle el guante a por la no insignificante suma de US$3.000 millones. Spiegel, consciente de lo que tenía entre manos, se permitió el lujo de rechazar la jugosa oferta.

Aunque Facebook y Google continúan siendo los medios de mercadeo digital más utilizados gracias a la posibilidad que le ofrecen a los anunciantes de segmentar detalladamente su audiencia y de medir el alcance de los anuncios de una manera extremadamente precisa, Snapchat, ofrece a las marcas la posibilidad de “contar historias” en lugar de presentar anuncios, lo cual puede revolucionar el mercadeo digital. 

El poder de Snapchat se pude medir también en términos de la participación de los usuarios. En el caso de Twitter, por ejemplo, solo el 20% de los usuarios inscritos “tuitean” o comentan los tuits de otros, el resto se dedica a leer lo que los demás escriben. En el caso de Snapchat,  65% de los usuarios publican contenido, lo cual representa una importante herramienta de activación para anunciantes.

El punto que enfrenta a apasionados seguidores y a críticos de Snapchat está en la esencia misma del funcionamiento de la aplicación. En Snapchat, los usuarios comparten fotos y videos, los cuales a diferencia de otras redes como Twitter y Facebook, desaparecen luego de ser vistos. Cada usuario puede definir el tiempo durante el cual esos contenidos estarán disponibles para otros usuarios y la plataforma hace evidente al usuario que publicó una foto, cuando un seguidor hace una copia de la misma. Ese sentido efímero de las publicaciones que no se guardan, que se auto-destruyen es uno de los atractivos más grandes precisamente para ese segmento de la población adolescente que no quiere dejar rastro digital o que simplemente quiere asegurar que sus conversaciones sean privadas y no estén al alcance de sus padres o familiares cercanos. De otro lado, lo efímero de sus contenidos convierte a la plataforma en una herramienta donde no quedan rastros ni pruebas en casos de matoneo, acoso sexual y el famoso “sexting”.

La red social Snapchat puede transformar la sociedad, aniquilando ese ansia por construir un pasado que la humanidad ha tenido por miles de años, a la cual debemos la historia que hoy conocemos desde épocas de los egipcios, los fenicios y los griegos. Historia que de una u otra manera nos hemos acostumbrado a creer, influye en cómo vivimos el presente. Snapchat, paradójicamente, nos hace revaluar si vale la penar gastar energía y atención en documentar un momento para el futuro en lugar de concentrarnos en el presente, sabiendo que un “snap” no existirá al día siguiente, lo cual hace que lo que sea que queramos comunicar sea de alguna manera más auténtico. 

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