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En 2012, el periódico estadounidense Wall Street Journal anunció a Medellín como la ciudad mas innovadora del mundo, desbancando a ciudades como Tel Aviv y Nueva York. La decisión dependió de una votación en internet en la que se valoraron los procesos de desarrollo urbano de la ciudad, la disminución de emisiones de CO2, la creación de espacios culturales y la reducción de los índices de criminalidad. Para una ciudad a la cual la otra gran publicación americana, Time Magazine, se refirió hace 20 años como la “capital de la cocaína” y cuya tasa de homicidios per cápita por esa época alcanzaba 12 veces la de Chicago, este tipo de reconocimiento la colocó en un círculo muy selecto de lugares en el mundo, donde la innovación ha empezado a florecer de una manera similar a como ha pasado en el famoso Silicon Valley.
Hace unos meses, The Economist publicó una investigación en la que otro país suramericano, en este caso Chile, se perfilaba como un centro de innovación, al que apodaron el “Chilecon Valley”. La estrategia de Chile ha sido abrir las puertas a extranjeros que quieren fundar empresas e innovar en tecnología, explotando el punto débil del Silicon Valley original: el terrible sistema de inmigración de Estados Unidos.
En el caso particular de la industria de telecomunicaciones, los ejemplos de cómo la innovación crece de manera acelerada en mercados emergentes y como empresas originarias de esos países se están poniendo a la vanguardia del desarrollo, abundan en países como China, Vietnam o Israel. ¿Quién hubiera pensado que, la compañía que se precia de haber inventado la tecnología celular, ahora esta siendo adquirida por un monstruo chino de la informática, Lenovo? ¿Quién hubiera imaginado que, hoy en día, entre los 10 fabricantes globales mas grandes de teléfonos inteligentes se encuentran tres compañías que no figuraban en la misma lista hace 2 años, las cuales tienen sus raíces en China, como es el caso de Alcatel-TCL, Lenovo y Xiaomi? Estos son solo unos cuantos ejemplos de empresas que han catapultado su crecimiento internacional por medio de la innovación en sus mercados locales.
El caso de Israel es uno de los mas importantes de los últimos años, siendo un país que normalmente aparece en los noticieros y periódicos por noticias relacionadas con el conflicto palestino, sorprende saber que solo en 2013, compañías extranjeras gastaron mas de US$6 billones comprando empresas de tecnología basadas allí, incluyendo la publicitada compra de Waze por parte de Google.
Uno de los propulsores de este florecimiento de la innovación en mercados donde las economías no tienen la abundancia de otras regiones, como EE.UU. y Europa, son las aplicaciones para teléfonos móviles. El ejemplo mas reciente es Flappy Bird, un juego simple pero adictivo, que le tardó a su creador, un joven vietnamita de 29 años, 72 horas para desarrollarlo, y que se ha confirmado como un fenómeno de masas mundial. No hay otro caso en la reciente historia de las tiendas de aplicaciones, de una persona que haya conseguido colocar tres juegos suyos entre los diez más descargados en la tienda de Apple. Se estima que su desarrollador pudiera estar percibiendo cerca de US$50.000 diarios de los anunciantes que quieren tener su nombre en la pantalla de millones de usuarios que pierden su tiempo en la aplicación.
Es claro que para sobresalir y hacer dinero en el mundo del internet y de las aplicaciones móviles, ya no es prerequisito estar en el “primer mundo”, como lo demuestra el caso de Flappy Bird. Lo que se necesita es un mayor compromiso de los gobiernos a impulsar la educación y generar un ambiente propicio para estimular la creatividad y la innovación. Es una lástima que este tipo de iniciativas no generen aún el interés de la empresa privada y los anunciantes, como si lo hacen los famosos reality shows en televisión, donde sí hay millones de dólares en pauta y cuyo valor es poco para el desarrollo del país.
