MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Muy recientemente se conoció que SAP y OpenAI han lanzado una iniciativa de inteligencia artificial soberana para Alemania, con el propósito de incorporar capacidades avanzadas de IA al sector público alemán mientras se garantiza la soberanía, la seguridad y el cumplimiento normativo.
Este proyecto, que estará sustentado en la nube Delos, subsidiaria de SAP, y potenciado por infraestructura de Microsoft Azure, pretende desplegar inteligencia artificial localizada en territorio alemán y orientada a servicios gubernamentales, administración y entidades de investigación. Se espera que comience a operar en 2026, y el plan incluye expandir la infraestructura con miles de GPUs específicamente dedicadas a cargas de trabajo de IA bajo control local.
Este anuncio resuena como un símbolo de la tendencia global hacia lo que algunos llaman “inteligencia soberana”: la aspiración de muchos países a que sus datos sensibles, sus algoritmos y sus infraestructuras de IA permanezcan dentro de sus fronteras y bajo reglas locales. La motivación no es solo modernizar trámites o reducir burocracia, sino hacerlo sin que los datos de los ciudadanos pasen a manos de proveedores extranjeros sin control estatal.
La inteligencia soberana plantea un desafío profundo: ¿cómo equilibrar innovación y poder de cómputo con autonomía y control? No basta con establecer centros de datos locales, sino también garantizar que los modelos de lenguaje, los agentes de IA y las herramientas de entrenamiento se sometan a auditorías, controles de acceso, protección de privacidad y regulación nacional.
El impulso hacia la IA soberana también responde a una inquietud estratégica: reputación, confianza ciudadana y capacidad de reacción ante crisis. Cuando los sistemas de IA dependen de infraestructura externa, un país corre el riesgo de quedar atado a decisiones de proveedores, ante fallos, bloqueos o presión política. Si los datos y algoritmos están dentro del dominio nacional, el Estado puede auditar, intervenir, regular y adaptarse con mayor agilidad.
Un argumento clave es la tensión entre escala e independencia. Las grandes empresas tecnológicas ofrecen modelos de IA entrenados con datos globales y economías de escala imposibles de replicar por un solo país. Pero esa ventaja conlleva un costo: dependencia. Para contrarrestarlo, la estrategia soberana no necesariamente exige reinventar todo desde cero, sino articular alianzas locales con proveedores globales bajo condiciones estrictas.
En Latinoamérica ese modelo híbrido ya está germinando. Varios gobiernos que adoptan chatbots o plataformas analíticas han implementado cláusulas contractuales que obligan al proveedor a operar en nubes privadas o dentro del país, a conceder auditorías y a permitir migrar el modelo si cambian las condiciones.
Aun así, el camino no es simple: se precisan talento especializado, recursos de cómputo, estrategias de gobernanza y formación institucional para que funcionarios y ciudadanos confíen en estas nuevas herramientas.
En el horizonte, la inteligencia soberana puede transformarse en un pilar esencial de la política tecnológica nacional. Países que logren construir infraestructuras nacionales de IA, reglas claras y ecosistemas de desarrollo interno estarán mejor posicionados para competir en la era digital sin perder control sobre sus activos más sensibles: los datos de sus ciudadanos y la lógica de sus sistemas.
Así, iniciativas como la de Alemania funcionan no solo como modelo técnico, sino como alerta política: en el siglo XXI, la verdadera soberanía podría medirse no solo en fronteras, sino en quién controla la inteligencia detrás del mundo digital.
Si volvemos a usar el salario mínimo como atajo para resolver lo que no se construyó durante el año, el efecto no será justicia social, sino menos empleo, más informalidad y menor capacidad de crecer
El Garabato envía un mensaje contundente: cuando la comunidad, el sector público y el sector privado trabajan de la mano, la ciudad encuentra caminos más auténticos, más humanos y más sostenibles para avanzar
La tarea es encontrar un punto medio entre un aumento de los ingresos y evitar excluir a más personas de la informalidad, además de los efectos inflacionarios