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Analistas 14/11/2023

Al Everest en helicóptero

Javier Tovar Márquez
Profesor Inalde Business School

Si tuviera la oportunidad de tomar un helicóptero hacia la cima del Monte Everest para tomar fotos y regresar, ¿esta sería una de las grandes hazañas de su vida o una historia digna de contar en su vejez? Es probable que no, pues estamos ante un “logro” sin esfuerzo; una historia sin historia.

El camino de Mark Zuckerberg hacia el éxito no comenzó con la creación de Facebook, sino con años de aprendizaje y experimentación desde su niñez. Programó su primer software a los 12 años y en la Universidad de Harvard creó una serie de proyectos que iban desde aplicaciones hasta videojuegos, aprendizajes que posteriormente lo llevaron a capitalizar su logro más importante: TheFacebook. Dedicó innumerables horas de esfuerzo y trabajo duro para hacer realidad su sueño de conectar a las personas a través de una plataforma en línea. Y su camino no terminó: las instalaciones de Meta tienen un tributo a lo que está por construir. En todos sus edificios hay algo que está sin terminar, lo cual recuerda que la vida empresarial debería verse en obra gris.

En contraste, para quienes ganaron la lotería, por ejemplo, sus historias suelen tener un giro amargo, ya que estos “afortunados” terminan arruinados o afrontando problemas significativos debido a su falta de preparación y esfuerzo previo. De allí que los casinos de Las Vegas no sean precisamente un lugar donde se piense en el largo plazo.

En este contexto, estas ideas se relacionan con la matriz de Eisenhower, creada por Dwight D. Eisenhower, presidente de Estados Unidos. Es una herramienta de gestión del tiempo que se centra en distinguir lo urgente y lo importante. Su objetivo principal es ayudar a las personas a concentrarse en actividades que realmente importan y contribuyen a sus objetivos a largo plazo, así como minimizar o eliminar distracciones o tareas de bajo valor. Se trata, en síntesis, de distinguir entre lo importante pero no urgente, lo no importante pero urgente y, por último, aquello que no es ni importante ni urgente.

En mi experiencia como directivo y académico, veo de forma recurrente en nuestras empresas la existencia de un sesgo natural a revisar, querer lograr y recompensar de forma impulsiva los resultados de corto plazo. Enfocarnos de forma anacrónica en los estados de resultados como única fuente en la toma de decisiones es centrarnos en lo urgente. Por su parte, olvidar los análisis que garantizan la sostenibilidad, la gestión de nuestros activos, así como la composición y estructura de nuestras deudas, es simplemente olvidar lo importante. Buscar de formar obsesiva la perfecta intersección y complementariedad entre nuestros resultados financieros con el propósito de nuestras empresas es trabajar de forma sabia entre lo urgente y lo importante.

El tiempo que puede pasar una persona en la cima del Monte Everest es de tan solo minutos. Sin embargo, miles de personas alrededor del mundo entrenan por años y deciden dedicar varios meses de su vida para lograr el ascenso, incluso poniendo sus propias vidas en riesgo. Probablemente lo hacen porque lo más significativo de nuestro paso por el mundo es aquello que con trabajo, resiliencia y esfuerzo va llenando el importante propósito de cualquier ser humano: hacer que las cosas valgan la pena.

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