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Analistas 18/12/2020

Trabajar las habilidades blandas

Ignacio-Iglesias

Creo que todos somos conscientes del varapalo que está suponiendo para los países el desplome económico generado por esta maldita pandemia y las consecuencias graves que se prolongarán durante un tiempo considerable. Al margen de que la recuperación sea en forma de cualquiera de las letras que se elija: L, V, W…. la realidad es que, sin entrar en particularidades entre unas zonas o países, todos sin distinción sufriremos unos años muy duros.

La nueva o nuevas generaciones se van a encontrar con un entorno similar por su profundidad e impacto global al que sucedió hace 75 años tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces ha habido situaciones y crisis que en su momento vaticinamos como “únicas” por su gran impacto: la Guerra Fría, El proceso de descolonización, la crisis del petróleo, la caída de los países comunistas, el ascenso imparable de China, la crisis financiera en la primera década de este siglo…, pero como lo sucedido en 2020 que se prolongará al menos unos meses en 2021, el control de la pandemia que no la crisis, ninguna de las anteriores.

Si ya de por si el entorno era realmente complicado y cambiante antes de la entrada en acción del virus, ni que decir tiene que a esa situación se suma ahora una crisis económico-socio-sanitaria que llevará a cuestionar y replantearse muchas aseveraciones que hasta ahora se creían como inmutables y que ahora quizás ya no lo sean tanto.

Bajo este entorno, más que nunca veo necesario que las personas que están llamadas a desarrollarse y dirigir este mundo convulso, tanto a nivel público como en la empresa privada, tienen que desarrollar una serie de facultades de las que se hablan mucho en cursos de coaching, liderazgo, clima empresarial, pero que pasan absolutamente desapercibidas en las universidades y mucho más en las escuelas; las más que oídas habilidades blandas.

Como tales me refiero a aquellos elementos que son necesarios para poder llevar a cabo cualquier trabajo con garantía de éxito profesional y satisfacción personal y que, para mí, en estos momentos, son incluso más importantes que los conocimientos técnicos que se requieren para cualquier desempeño.

Entre dichas habilidades se encuentran: la empatía, la resiliencia, la tolerancia a la frustración, el trabajo en equipo, la versatilidad, la curiosidad, el aprendizaje constante, la capacidad para aprovechar las oportunidades de negocio que se nos presentan en cada momento…. Estas son sólo algunas de ellas. Seguro que los profesionales incorporarían a la lista otras muchas, pero solo haciendo un ejercicio de asunción de éstas, ya tendríamos o tendrían mucho ganado.

Estoy convencido de que, en los procesos de selección de personal, los reclutadores tendrán cada vez más en cuenta el análisis y evaluación de estas habilidades, por lo que corresponde a las empresas educadoras tratarlas como se merecen y no como hasta ahora que en la mayoría de los casos se engloban entre las asignaturas menos esenciales. De la misma manera, los receptores de dicho conocimiento deben asumir que sin ellas no irán a ninguna parte por mucho conocimiento técnico que hayan aprendido.

Como pasa siempre, algunos países, casi siempre los mismos, los del norte de Europa, ya están trabajando estas habilidades en los colegios desde edades muy tempranas. Ayer por ejemplo leí que en Dinamarca se trabaja la empatía desde los primeros cursos de la escuela. En esto, volverán a sacarnos ventaja.
De todas las habilidades reseñadas anteriormente, me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre algunas de ellas que quizás son más necesarias en la situación en la que vivimos: resiliencia (tolerancia a la frustración), versatilidad y aprovechar las oportunidades.

No es que las otras no sean claves también y se den por asumidas, sino que quizás su importancia viene ya de unos años atrás. A las que me refiero pensaría que han ganado protagonismo en esta era de cambio constante.
Las mencionadas para mí tienen una clara interconexión.

La situación que estamos viviendo nos obliga a aguantar y a levantarse una y otra vez ante las situaciones tan impredecibles con las que nos enfrentamos día a día y que pueden echar por tierra o cuestionar nuestros proyectos y nuestras ilusiones. No podemos dejarnos llevar por el desánimo y arrojar la toalla a las primeras de cambio. Es nuestra obligación “tener la cintura” necesaria para buscar soluciones o incluso amoldar nuestro proyecto-trabajo a cada nuevo entorno que aparezca.

Se acabaron y ahora más que nunca, los dogmatismos, lo cual no se contradice con ser riguroso, concienzudo… y hay que tener muy presente que delante de cada problema se presenta una oportunidad de la que podemos sacar enseñanzas o incluso una nueva línea de negocio o actividad que no teníamos prevista en nuestro horizonte. Hay que ser versátiles y no encerrarnos en defender a ultranza algo que si bien hacía unos meses era algo irrefutable, ahora no lo es tanto o incluso es un craso error.

Las nuevas maneras de organizar el trabajo a través de metodologías “ágiles”, la revisión continua de la propuesta de valor con los “mvp” (proyectos/productos mínimos viables), las plataformas digitales más adaptables que los negocios “tradicionales”, la economía circular y colaborativa…, ayudan sin duda a que este cambio en la manera de encarar nuestro trabajo sea posible.

Este nuevo tiempo, quizás incluso nueva época marcada por un virus que nos ha “puesto patas arriba”, exige un cambio de mentalidad y los más jóvenes deberían ser los que surfearan mejor la ola, pero hay veces que siento que no es así. Mi consejo, si se me permite dar uno sería: parar la pelota, levantar la cabeza, respirar, escuchar mucho a personas con mayor y otra experiencia y…. a seguir avanzando, considerando la nueva y posiblemente efímera realidad .

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