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Analistas 24/10/2017

Comunicar con rigor

Ignacio-Iglesias

Cuando hablamos de comunicar, no miramos única y exclusivamente a las personas que utilizan la comunicación como parte de su profesión diaria; periodistas, tertulianos, publicistas, políticos... Comunicar y comunicarse es parte de la esencia de la vida y no es algo nada sencillo.

Este tiempo vertiginoso que nos ha tocado vivir, exige contar las cosas de una manera diferente a como se hacía antaño. Quizás las preguntas no cambien, pero las respuestas sin duda sí lo hacen. La digitalización, la tecnología, el acceso a información, la globlalización, palabra manida que se usa para todo..., la gente de más edad, los millennials..., entre muchos otros, piden a gritos que la comunicación se adapte a cada uno de ellos.

Además, el mensaje ya no es propiedad de quien lo “publica”. Ese mensaje se convierte en “algo líquido” que vive de manera diferente en cada medio y formato y donde cada receptor lo interpreta, lo tergiversa, lo amplía, lo comparte y lo enriquece con otras opiniones, con su conocimiento de la materia, con su experiencia... Se convierte en un mensaje “colaborativo”.

Si bien el entorno ha condicionado la forma de comunicar y comunicarse, sin embargo el “cómo comunicar”, sigue siendo algo que no cambia: hay que contar las cosas con rigor. No digo con precisión, porque en un mundo tan cambiante, con tantas aristas y tan complejo, la precisión es un término realmente muy complicado de aplicar.

Rigor en los hechos, en las opiniones, en la realidad que se describe, en compartir sin tapujos ni vergüenza lo que se ha tomado prestado de los que están al otro lado. Eso enriquecerá sin lugar a dudas lo que queremos transmitir.

En los últimos tiempos hemos tenido muchos ejemplos donde el rigor, brilla por su ausencia y todo vale para lograr los objetivos que se persiguen. Se pretende influir y condicionar el pensamiento del lector con información parcial, inexacta y de la que deriva una opinión pública fuera de la realidad. El mejor ejemplo de ello es lo que está ocurriendo en los últimos meses con el movimiento secesionista en Cataluña; su objetivo, la quimérica independencia, los medios que utilizan la mentira, el engaño y la parcialidad de la información que no hacen otra cosa que generar una ruptura social. Aquí no podemos hablar de falta de rigor, que también, sino falta de verdad, que es todavía mucho más grave.

Pero sigamos avanzando en nuestra reflexión. Una vez que tengamos claro el mensaje, viene lo que para mí es la parte más difícil: cómo hago llegar el mismo a los diferentes públicos en las diferentes “plataformas de comunicación”.

Una idea maravillosa, elaborada con rigor, puede caer en saco roto y perderse “en el baúl de los recuerdos”, si no se ajusta el tono y el lenguaje a cada público. Y aún, ajustando dicho tono y lenguaje, hay que ser además flexible para comunicarlo de manera diferente en cada medio, situación, conferencia, tertulia, comunicado..., incluso debería ajustarse al momento del día o de la semana en el que se va a recibir.

Eso es lo que intentaré explicar en próximas semanas en esta columna a la que tan amablemente he sido invitado a participar. No por especialista en el arte de comunicar, sino por formar parte simplemente de un espectro de personas en los que estamos casi todos, por no decir todos, incluidos; profesional, que se relaciona en su día a día con gente más o menos variada y ser humano (no profesional), que también debe ejercer de padre, hijo, amigo, ciudadano...

Gran reto el que me han lanzado.

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