Valores y bienestar

Los valores son pautas éticas para las decisiones. En la tradición occidental, que predica la democracia liberal como modelo político, son de especial relieve el respeto, que implica aceptar los derechos de otros, y la solidaridad, que conlleva compartir oportunidades y riesgos. El primero reconoce la libertad ajena, en tanto que el segundo abre espacio a caminos para el equilibrio de oportunidades.

Fijar restricciones a la conducta limita la autonomía, pero hace más relevante la vida: para tomar decisiones ante disyuntivas se deben considerar sus consecuencias para los demás; toda conducta las tiene. Aceptar las diferencias, la mutua dependencia y la necesidad de soluciones para todos es consistente con las realidades de la especie.

Traducir valores en conductas no se limita a definiciones institucionales, públicas y privadas: es fruto de la educación, las experiencias de vida y, en parte, el azar. La discusión de opciones no es libre de sesgos, pero será más acertada si las partes tienen información y criterios razonables para definir. Lograr bienestar mediante conductas regidas por respeto y solidaridad tiene un enorme beneficio: será sostenible, en contraste con lo frágil de la abundancia por caminos sin reglas. Al fin y al cabo, toda la comunidad se ve afectada con la conducta de sus miembros, y hoy existe comunidad mundial.

El respeto por los demás requiere transparencia y disposición a la crítica. La solidaridad obliga en lo público a proveer atención adecuada a necesidades de toda la población en seguridad, justicia, educación y servicios de salud, y a proteger a los más vulnerables. En lo privado, obliga a abrir la mente: atender problemas de terceros es también oportunidad de mejorar las condiciones de vida de muchas otras personas. Se espera de todos los involucrados la asignación ordenada de tiempos para formular y evaluar propuestas y tomar decisiones mediante procesos ordenados.

Occidente considera que el bienestar general consiste en conjugar cobertura de necesidades y derecho al ocio. No hay consenso sobre nivel de garantías a necesidades básicas, y la discusión política se limita a lo local y regional. Por ende, no se orienta a los grandes retos que la especie enfrenta: preservación de logros y, al tiempo, supresión de pobreza y reducción de desigualdad en todo el planeta, mejora en educación pública y cobertura durante toda la vida laboral para administrar el envejecimiento y la automatización, protección del ambiente, y mitigación de los riesgos de conflicto de destrucción total.

El grueso de la sociedad en países desarrollados considera maduro el sistema político democrático liberal, valora el derecho al voto como logro central, y rechaza esquemas restrictivos establecidos en China. Hay, sin embargo, tendencia perceptible a rechazar inmigrantes provenientes de otras culturas: los flujos de personas han causado fracturas sociales y socavan el compromiso con la solidaridad. Esta circunstancia exige examen cuidadoso y soluciones prácticas.

El cultivo de valores es fuente de los procesos sociales propios de instituciones públicas y privadas, y del espacio para el sentido crítico. Los valores alimentan procesos y viceversa. Así se enriquece también la experiencia estética. No será fácil entender el alcance de la integración global y sus consecuencias, pero renunciar a hacerlo puede ser fatal para el mundo entero.