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Analistas 18/04/2019

El Brexit en su laberinto

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

El Brexit, o retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea, es ejemplo protuberante de los riesgos que entraña la democracia participativa si la comunicación previa a las decisiones no es rigurosa y la población no tiene el nivel de educación necesario para juzgar de manera ponderada las implicaciones de cada alternativa. En la raíz del desastre está la percepción de que la ruptura evitará problemas porque se recuperará la autonomía en materia de normas sobre inmigración. La gran paradoja es que, en efecto, la determinación puede empobrecer al país de tal suerte que se reduzca la inmigración, cuya causa es la diferencia de nivel de vida entre los países desarrollados y los del tercer mundo. Esa brecha económica, que se conjuga con diferencias culturales, exacerbadas por los resentimientos fruto de las diferencias mismas y por la actitud confrontativa de líderes sin credenciales adecuadas, es la raíz del riesgo que hoy aterra a todo Occidente: la hipotética guerra sagrada de Islam.

Es evidente la necesidad de que los países desarrollados opten por estrategias incluyentes, que aceleren los procesos de desarrollo del tercer mundo y estimulen la construcción de modelos políticos fundamentados en el respeto. Ese camino será incluso más productivo para el capital internacional que la búsqueda mezquina de beneficios unilaterales en negocios. Requerirá mejores procesos públicos en todo el mundo: los existentes reflejan los valores y apreciaciones de hace casi un siglo, al terminar la segunda guerra mundial. Las tareas hoy son mucho más complejas que en ese entonces, y las fisuras sociales son uno de los elementos más preocupantes.

Ni los gobernantes de Gran Bretaña ni los promotores de la salida de la Unión Europea fundaron sus propuestas en datos serios sobre beneficios y costos. Es probable que la decisión del pueblo se mantenga; su consecuencia práctica será que Londres perderá papel protagónico en las finanzas internacionales, en favor quizá de Frankfurt. Además, es posible que Irlanda del Norte y Escocia se desvinculen del Reino Unido, pues sus votantes se pronunciaron en pro de la permanencia de la unión con los otros 27 países hoy partícipes en el esquema europeo con sede en Bruselas.

Inglaterra va a perder las condiciones privilegiadas de acceso a mercados de bienes y servicios, la volatilidad de su moneda probablemente aumentará, sus ciudadanos tendrán más restringido el ámbito de desarrollo profesional y se perderá la posibilidad de participar en el inevitable proceso de profundización de la democracia en las instituciones públicas de la UE. En cambio, se mantendrá el riesgo de conflicto porque ya hay mucha población islámica en el país.

La situación de Europa en relación con África es más compleja que la de Norteamérica en relación con Latinoamérica y el Caribe, pero preocupan las diferencias en Estados Unidos entre la población de origen europeo y minorías, en particular la negra y la latina, y la diferencia en ingreso con los países vecinos. Hoy se deben integrar más los países del mundo para capturar economías de escala, ampliar perspectivas para las poblaciones, promover el mejoramiento económico general y atender mejor los grandes problemas del orbe. La Unión Europea es un experimento que debe apoyarse. Los problemas que alimentaron el Brexit trascienden lo formal, y lo decidido será muy nocivo para Inglaterra.

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