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Analistas 29/09/2018

Educación inadecuada

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Colombia no está preparada para un buen desempeño en sus actividades actuales, y mucho menos para enfrentar el reto que Klaus Schwab llama la cuarta revolución industrial: un conjunto de transformaciones sociales apoyadas en nuevas tecnologías derivadas de la electrónica y la biología.

Esta revolución debe ocupar a lo más granado de las capacidades intelectuales de la especie, pues las amenazas que la humanidad enfrenta por la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, las armas de destrucción total y las oportunidades de ciber-delito exigirán de todos los países el respectivo esfuerzo.

Preocupa la conducta irresponsable de los gobiernos nacionales frente a este compromiso, que también sería oportunidad para mejorar la calidad de vida de la comunidad nacional.

Así, en el Gobierno de Santos se redujeron los recursos para investigación e innovación como proporción del PIB, y se demolió la institucionalidad de Colciencias, último bastión del Llerismo; la cifra menguada, inferior a 2 por 1.000 cuando lo apropiado es del orden de 2%, incluye la asignación de recursos de regalías para ciencia y tecnología que se convirtieron en buena parte en mermelada departamental.

Además se cambió el marco crediticio de Icetex: el Gobierno nacional obtiene ahora sobre más de la mitad de los créditos rendimiento similar al de créditos de banca comercial para empresas. Ahora el nuevo Gobierno va a desmontar el programa Ser Pilo Paga, potencial detonador de la preparación para la cuarta revolución.

La calidad de la educación universitaria ha subido; incluso las universidades de garaje han mejorado, y la cobertura ha aumentado, aunque los ajustes mencionados pueden estancarla.

La universidad pública tiene papel importante, pero caben preocupaciones de fondo: la remuneración a los profesores tiene mucha dispersión, por los mecanismos del Decreto 1279 de 2002, que la atan a número de publicaciones, lo cual hacen difícil contratar a estrellas jóvenes con grandes perspectivas y disertaciones de alta calidad pero con limitada trayectoria; por otro lado, el costo promedio por estudiante también tiene enorme dispersión: el de la Universidad Nacional es similar al costo per cápita de Ser Pilo Paga en universidades privadas de primera categoría, en tanto que en la Universidad del Magdalena es, si acaso, la cuarta parte de esta cifra.

Además hay privilegios para la Universidad Nacional: su sistema de admisiones tiene el costo de sostener prueba independiente, mientras las demás universidades, públicas y privadas, usan las pruebas Saber del Icfes.

Preocupa el escaso interés de los beneficiarios de Ser Pilo Paga en las universidades públicas; no llegan en ellas a un cuarto de lo que son en las privadas de primera categoría como proporción del total de estudiantes.

Lo más grave, sin embargo, es la baja calidad de la educación pública básica y su limitada pertinencia. Resolver este problema exige asignar al docente el papel que merece en la sociedad.

El primer paso sería, como en otros países de Latinoamérica, evaluar a todos los docentes, separar del cargo a quienes no sean idóneos y mejorar la remuneración de quienes resulten sobresalientes. Eso requiere sanear la relación patológica entre el Ministerio de Educación y Fecode, basada en el centralismo y la amenaza de paro si se reta el esquema de poder existente. El Gobierno debe actuar.

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