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Analistas 03/05/2016

Reconversión cafetera

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo
La República Más
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Las realidades son contundentes. A los cafeteros empresariales, considerando que tienen más de 20 hectáreas, el negocio de la producción de café ya no les genera una rentabilidad adecuada. Las causas se consideran estructurales, con problemas insolubles tanto por parte del caficultor como del Estado, y en consecuencia lo más sensato sería buscar una opción que tenga porvenir para el uso de la tierra y, perspectiva económica favorable. Esa es la decisión racional de un empresario más allá de él romanticismo y la nostalgia.

Es evidente que si bien el país ha doblado la producción de café y el ingreso, este grupo de caficultores siempre ha permanecido con altos niveles de productividad por hectárea. Pero la escasez de mano de obra, que es absolutamente un problema estructural -que cada día va a ser peor-  sin solución, mientras el país progrese y los jóvenes del campo se educan y, sumado a la necesidad de formalizar el empleo rural. De otro lado la broca es una plaga muy difícil y costosa de controlar en las fincas grandes. Adicionalmente esta caficultura empresarial, tecnificada y expuesta al sol demanda más fertilizantes. 

Todos estos factores hacen que este negocio, del que hacen parte 1.900 fincas -con 85.000 hectáreas, 9% del área nacional- sea inviable económicamente. En los últimos 15 años, más de 1.000 colegas han erradicado el café, en aproximadamente 60.000 hectáreas, porque las cuentas no les dieron y acertadamente han tomado su propia decisión de reconversión.

Significa esto que está en crisis el modelo capitalista en la producción de café, mientras el modelo de economía campesina crece el doble. En los últimos años los productores entre una y cinco hectáreas -tamaño viable- han crecido en 120.000 hectáreas y 60.000 productores. Esta es la explicación: mientras los caficultores grandes, que dominan la vocería están en crisis, los pequeños no cesan de crecer y son los grandes beneficiados de la política de renovación, responsable del aumento de la producción y el ingreso. Estos son los frutos de una política que ha beneficiado a los campesinos de Colombia y que con todo derecho puede reclamar el Presidente Santos.

Mientras tanto, los grandes productores del eje Valle, Quindío, Risaralda, Caldas y Antioquia -que constituyen 80% de este grupo- deben solicitar al Gobierno que les abra un espacio en el plan ‘Colombia Siembra’, con un estímulo en crédito e ICR para cambiar a otros cultivos. Debemos hablar de bono por erradicación, como en el año 1992 cuando se otorgó uno por $1 millón de aquel entonces, por cada hectárea; además de un crédito de largo plazo, teniendo en cuenta la naturaleza del problema que puede ocasionar la quiebra de este grupo de productores. Para bien del país, allí contamos con empresarios y una excelente infraestructura que hace viable nuevas opciones, con más facilidad.

También se puede contemplar que después de la firma del acuerdo de paz, pueden estar a disposición del Gobierno Nacional muchas tierras cafeteras de gran extensión, para ser adquiridas y entregadas a campesinos, en unidades de tres hectáreas, sembradas, produciendo, con infraestructura, útiles para generar ingresos inmediatamente. Ganan los campesinos, ganan los actuales propietarios, y se protege el país cafetero, frente a la inminente erradicación de los cafetales.

Soluciones sí existen, lo que no pueden es dejar que el problema los arrolle.
 

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