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Analistas 03/03/2014

Elecciones y café

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo
La República Más
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Las elecciones del 9 de marzo serán una demostración por parte de los cafeteros, de su lealtad a los partidos tradicionales como lo ha comprobado la historia y, el fracaso de los que se pretenden elegir con las banderas cafeteras, como en el caso de un candidato liberal en el Huila y los de Dignidad Cafetera - Polo Democrático - en Caldas, Cauca, Antioquia y Tolima.

Los campesinos cafeteros con mucha inteligencia, han sabido separar sus preferencias políticas de sus aspiraciones económicas, en su condición de capitalistas vinculados desde siempre al mercado internacional. Por esta razón quienes se han lanzado con las banderas cafeteras han fracasado. Jorge Enrique Robledo obtuvo su máxima votación en Caldas con 13.000 votos.

Seguramente los líderes políticos de Dignidad Cafetera tendrán un desengaño electoral, cuando no encuentren respuesta de las comunidades cafeteras que los siguieron el  último año. Algunos campesinos, con un interés económico legítimo, simpatizaron con este movimiento porque lo veían como un buen negocio, pero quienes participaron en los paros en su mayoría eran jornaleros inducidos, que obtenían “comida y jornal” con su presencia en las carreteras.

Las elecciones parlamentarias demostrarán que Dignidad Cafetera sirvió de idiota útil a los grandes productores de café que les patrocinaron el paro, aportando ellos la tecnología para la movilización, convencidos que así capturarían esos electores para sus propósitos políticos. Al mismo tiempo, como ya lo afirmamos, los congresistas de la Unidad Nacional que les abrieron las puertas en el Gobierno van a comprobar que sus votos permanecen intactos, y se hubieran podido abstener de legitimar ese movimiento, ante el miedo a perder sus votos.

La desilusión será, mayor cuando Dignidad entienda que el cafetero continúa siendo parte del clientelismo de los partidos tradicionales y que con un precio por encima de $70.000 por carga de café, nadie se volverá a acordar de ellos.

Pretender convertir un gremio económico en un partido político es un experimento que nunca ha dado resultado. La Federación de Cafeteros en su 87 años, ha catapultado líderes nacionales, pero no ha elegido un solo congresista. Ni siquiera cuando era la organización más poderosa del País. Tampoco es viable convertir un partido político en un gremio, como aspiró Dignidad.

Los productores de todo el país seguramente reconocerán que durante el Gobierno de Juan Manuel Santos han obtenido el mayor ingreso de los últimos 20 años. Las cifras son contundentes: Durante el primer Gobierno de Uribe la producción de café valió $10.489 billones; en el segundo cuatrienio $14.649 billones y en el primer periodo de Juan Manuel Santos $17.157 billones.

A la luz de las cifras reales y del momento de bonanza que viven los cafeteros en las elecciones parlamentarias, las posibilidades de que nuevos líderes penetren una población en la que tradicionalmente no han tenido éxito los movimientos políticos de izquierda, no es posible, luchando contra los jefes consolidados, con todo el poder para atender las necesidades de sus comunidades.

Ese esfuerzo de Dignidad en mi concepto, no dará la cosecha electoral que esperan. Seguramente aspirarán a recolectar algo en “la traviesa” de septiembre, que constituirá para el Polo  las elecciones cafeteras.

La gran mayoría de los productores votarán por los líderes cafeteros que les garanticen la defensa de su bienestar económico y no permitirán que la Federación Nacional de Cafeteros sea penetrada por intereses políticos ajenos. 

El 9 de marzo será para los cafeteros la prueba para demostrar que sus intereses no pueden ser capturados por los políticos de ningún sector y que, el buen momento de precios más el aumento de la producción, los tiene en un excelente nivel de ingresos. 

El País se percata de una actividad que todos los días crece en área, en número de productores, en su nivel de ingreso, y está lejos de la crisis que a diario describen los grandes productores en los medios de comunicación, utilizando a pequeños caficultores y a los políticos para defender sus intereses.

Seguramente  los resultados del próximo domingo corroborarán este análisis.

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