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Colombia está disfrutando de una indebida interferencia de los EE.UU. en los asuntos de Brasil, irrespetando la autonomía de la justicia para juzgar al expresidente Jair Bolsonaro e imponiéndoles a las exportaciones hacia ese país un arancel de 50%. Esta circunstancia ha hecho subir el precio por libra un dólar, en poco más de un mes, desde que entró en vigencia la medida.
Desde luego que la absurda razón repercutió en el mercado, reversó la caída libre en la que venía el precio desde febrero -cuando alcanzó US$4,10, el máximo precio registrado- y que al 30 de julio ya había descendido a US$2,85, debido a que se reportaba normalidad en la cosecha de Brasil y aumento en Vietnam, Indonesia y Etiopia principalmente.
Brasil exportaba un poco más de ocho millones de sacos a los EE.UU., de los cerca de 22 millones que compran al mundo. Con semejante arancel al brasilero, los tostadores se han inclinado por otros cafés, una coyuntura que ha incrementado el valor de la carga en Colombia.
Así, el peligro que corremos es que como el aumento no se debe a factores fundamentales de oferta y demanda, sino a una atropelladora medida imperial, en el momento en que los negociadores logren un acuerdo, seguramente por presión de los tostadores norteamericanos y los productores del Brasil, el mercado volvería a la normalidad y el descenso del precio puede ser estrepitoso. Ya se comenta en Washington sobre la posible exclusión del gravamen para los bienes no producidos para evitar los efectos inflacionarios, en solo agosto que el café subió 3,6%.
Además, el peor escenario puede ser que Brasil arregle su problema arancelario, mientras una ratificación del fallo del Tribunal de Cundinamarca sobre el caso de Álvaro Uribe, pueda llegar a inducir a Trump a sancionar a Colombia de igual manera.
Como el riesgo es grande, ahora mismo la Federación de Cafeteros le debe proponer al Gobierno que se apruebe la inversión de parte de los recursos del Fondo de Estabilización de Precios, para adquirir instrumentos financieros de cobertura, que protejan el ingreso de los productores en el momento que descienda el precio que, por obedecer a razones tan exógenas y extrañas, no es predecible. Lo que sí es claro es que, de normalizarse la situación, los factores de mercado llevarían al descenso del precio.
Los expertos saben que adquirir los instrumentos de protección a un precio de equilibrio en costos hoy puede salir muy barato, debido a que la bolsa está muy arriba.
Es el momento de reflexionar sobre todos los errores cometidos en épocas recientes, teniendo como objetivo la defensa a los productores de los riesgos externos, con criterios como cobertura total, equidad, y protección de las finanzas del Fondo Nacional del Café y, defenderlos de todos aquellos que sin escrúpulos abusaron de los instrumentos diseñados, en perjuicio de los pequeños cafeteros que constituyen la mayoría de cedulados.
Es preferible que una parte de esos recursos se inviertan en coberturas, así el precio no baje, como quien compra un seguro para su vehículo y no se siniestra, a que reaccionemos cuando el precio esté abajo y concluyamos que ese ahorro escasamente alcanza para subsidiar un mes de cosecha, precisamente por no haber contado con los instrumentos financieros que nos protejan.
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