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Analistas 04/09/2018

Café: crisis y populismo

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo

El bajo precio internacional del café obedece a la buena cosecha del Brasil; la situación es el resultado de la ley de oferta y demanda, y para nada responsabilidad de los fondos tenedores de contratos, -a los que hoy odian los productores- olvidando que son el actor principal para subir el precio en las bolsas y que, gracias a ellos, muchos caficultores tienen la cosecha ya colocada a un buen precio.

El Gobierno no resistió la presión del fuego amigo de los miembros del Centro Democrático, que citaron a un debate sobre el ingreso cafetero, aliados con los dirigentes cafeteros, y presionaron la realización de un Comité Nacional.

En esta reunión estrenaron al Gobierno; los delegados al Comité Nacional prácticamente confesaron su participación en política, reclamando el apoyo al presidente Duque en su campaña y el cumplimiento de sus promesas.

Aunque parezca increíble, en la primera reunión y sin mayor negociación, les entregaron $100.000 millones -que es de suponer fue una orden mayor-, fruto de la presión de Uribe y su partido, pues Carrasquilla y Valencia, son veteranos juiciosos que conocen esa mesa y saben que el discurso cafetero es el mismo -y la negociación también- y que entregar algo rápido desata una presión desbordada por más ayuda.

No quiero ni pensar cómo será la próxima reunión, si a esa extraordinaria velocidad de respuesta a la petición de los cafeteros, solo escuchamos insatisfacción. Inclusive, el Gerente dijo a los medios que se requerían mínimo $500.000 millones y la mayoría de los cafeteros hablaron de $1 billón. Como si vivieran en otro país.

Recordemos que el presidente del Senado presentó en su campaña el proyecto de “un supuesto fondo de sustentación del precio del café”, que significa determinar por ley un precio mínimo de compra, obligando al Estado a aportar la diferencia -que a precios de hoy- podría valer más de $1,5 billones, para esta cosecha. Tan populista como aumentar el salario por ley.

Menos mal casi todo el café se exporta, pues la solución de precios para los de mercado nacional -como en el caso del arroz- termina prohibiendo las importaciones y subiendo los aranceles para beneficiar al productor, poniendo a los más pobres de paganinis, pues les toca comprar comida cara. Esta es la otra forma de subsidio.

Lo único que reclamamos es que esta ayuda a los cafeteros favorezca la equidad -bandera del actual Gobierno- no como ocurrió con el PIC, que terminó entregando al 1 % de los cafeteros el 30% de los recursos.

Se podría por ejemplo definir que solo se subsidie hasta 100 cargas por productor; así se ayuda a todos y en mayor proporción, a los más necesitados. Por encima de esa producción solo deben estar 7.000 de los 550.000 cafeteros, que también recibirían ayuda.

La otra discusión es sobre los costos, y si es aceptable que el dinero del Estado se dirija a subsidiar utilidades. Según la publicación del pasado congreso cafetero, el costo de producir una carga es de $621.000; el precio interno actual aún está cubriendo al cafetero. No olvidemos que para esos 543.000 que trabajan su propia tierra, la remuneración con que viven forma parte de esos costos.

También vale recordar que las bolsas fluctúan por múltiples factores, como por ejemplo la devaluación del Brasil, así como su histórica producción; puede suceder que mañana el escenario sea otro.

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