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Analistas 17/08/2016

Demagogia con la frontera

Guillermo Cáez Gómez
Socio Deloitte Legal
GUILLERMO CAEZ
La República Más
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La semana pasada los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, y Venezuela, Nicolás Maduro, luego de un año del cierre unilateral de la frontera con ese país y de los atropellos de los que fueron víctimas los colombianos por las decisiones del presidente de Venezuela, anunciaron la “reapertura gradual” de la frontera. Sin duda es un paso adelante para Venezuela, pero no lo es para Colombia, lo que suma un nuevo fracaso en la política exterior del gobierno Santos. 

Es claro que la economía venezolana va de mal en peor. La escasez es el diario vivir y la popularidad de Maduro va en picada libre, mientras que la chequera del petróleo no es más que una ilusión promovida para ponerle parches a una economía que se hunde como el Titanic, con un capitán que solo piensa en atornillarse en el poder -como casi todos los líderes de izquierda contemporáneos- sin pensar en las consecuencias que esto trae para los venezolanos. Esta reapertura soluciona temporalmente los problemas de escasez de productos de la canasta familiar y pone paños de agua tibia a uno de los grandes problemas que está viviendo Venezuela, todo a costa de jugar con la necesidad del pueblo para ganar mas días en el poder; no es coincidencia que hoy la oposición trate de realizar un referendo revocatorio y que Maduro, simultáneamente, anuncie este tipo de medidas. 

Por el otro lado, para Colombia se limita a un tema migratorio más que comercial. Estamos todos de acuerdo en que es importante que las personas que quedaron estancadas en Venezuela puedan circular con libertad y aquellas a quienes sus bienes les fueron retenidos, puedan lograr tener acceso a los mismos, pero para nuestra economía es necesario un ajuste de intercambio comercial urgente. Según reportes del Dane, el comercio entre los dos países pasó de US$8.000 millones en el año 2000, a US$500 millones en los últimos años, situación que no solo se debe al cierre de la frontera sino a algunos incumplimientos en los pagos de los intercambios comerciales. 

Debido a este desplome, y a pesar de tener infinidad de TLC firmados, Colombia tiene saldo negativo en cuenta corriente, lo que en palabras simples significa que importamos más y exportamos menos. Ni el dólar disparado ha logrado incentivar nuestras exportaciones por lo que una reapertura gradual es lo menos conveniente para la economía colombiana que, de la mano del presidente Santos, va de mal en peor. Es inconcebible que luego de un año, en el cual se anunciaron reuniones entre los cancilleres, Ministros de Defensa, Comercio y miembros de otras carteras, solo se haya acordado lo que conviene a Maduro y no lo que debe ser y requiere el país. 

El supuesto liderazgo del presidente Santos a nivel internacional solo quedó en el papel. En una portada de la revista Time que se desperdició en un presidente que ha mostrado poca capacidad de liderazgo y sí de sumisión ante en los intereses de terceros y no los de su país. Estoy seguro de que, por no perder el apoyo de Venezuela en el proceso de paz, dejó que hicieran lo que quisieran, por eso el anuncio no es más que un titular cargado de demagogia y contaminado por intereses unilaterales. Desde luego quiero la paz, pero para la paz se requieren recursos; con una economía en picada no podrán ser aplicables, y mucho menos sostenibles, los compromisos económicos para el posconflicto que se avecina.  

No podemos dejarnos distraer por un posible acuerdo de paz o el plebiscito que lo “refrendará”. La estabilidad económica es un asunto que debe ocupar nuestra entera atención, de manera que el presidente Santos rinda cuentas sobre cómo la ha convertido en un desastre. No en vano muchas multinacionales tomaron la decisión de irse del país y otras están en proceso de hacerlo; eso sí, las pocas que queden, se irán con la reforma tributaria si esta no está bien pensada. Así que, presidente Santos, ¡deje de creer que los colombianos somos tontos!, su deber es gobernar un país, propender por su estabilidad y crecimiento económico, por lo que es mejor que la demagogia se la deje al presidente Maduro.

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