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Continuista, postulando falsos dilemas, la democracia electoral sigue en decadencia. Ahora, su “voto castigo” premió a un tóxico ex gringo, porque su rival secundó a un presidente interdicto.
Candidata advenediza, nominada a dedo, la vigente VP estadounidense pasó de fracasar en las pocas misiones que le delegaron, a improvisar postureos. Su traición y forzada inclusión consumaron la peor opción para una potencia debilitada, y un trastornado Partido Demócrata, dedicado a “defender el statu quo” y “abandonar a los trabajadores” (@BernieSanders, 6/11/2024).
Confundida, Kamala alternó su presentación como víctima -mujer, negra o india- y juez con autoridad para sentenciar, pero jamás expuso algo heroico ni promisorio. Sin argumentos, imitó los ataques ad hominem de Trump, y al final, tan mala perdedora como Él, intentando retrasar el reconocimiento de su derrota, dejó plantados a quienes la apoyaron.
Además de manipular las encuestas, hay quienes maquillan el impacto de la diversidad en la gestión pública. Sin embargo, esa representación tiende a defraudar porque se contagia del patrón, y quienes toman posesión olvidan su vulnerable origen o terminan retocando la desigualdad transversal.
Evidencias inéditas de esas globalizadas disonancias, en la arena democrática, Merkel acumuló tantos periodos como Putin o Maduro; los mandatos Obama fueron pálidos, y el Gobierno del Cambio fue igual que los predecesores: perverso. Entretanto, en la cantera presuntamente meritocrática, las altas cortes exhiben interseccionalidades, desde negras-conservadoras hasta clientelistas-transfuguistas.
Improntas de este fenómeno, las marcas de productos femeninos, dirigidas por mujeres, diseminaron el impuesto rosa. Y en las clasistas juntas directivas, donde los oligopolios afianzan la inflación por avaricia, cohabitan caciques de la economía plateada o herederos millennial.
Prisioneras de las apariencias, la «discriminación positiva» resultó ser tan negativa como la «acción afirmativa». Verifique esto auditando los pobres aportes y opulentos prontuarios de las VIP tecnócratas, como Lagarde, Georgieva o Yellen, quienes, dirigiendo el FMI, el BCE, el Banco Mundial, la Fed o el Tesoro, nunca hicieron la diferencia frente al legado patriarcal.
Renunciando a renacer, los demócratas evadieron la postulación de quien desafió la cómoda supraconstitucionalidad de los imperios tecnológicos, Lina Khan, y alguien transformador, con sentido social, como Alexandria Ocasio-Cortez.
Biden debió dimitir el 25/7/2024 a su efímera presidencia, e inmediatamente habría tachado de la condescendiente lista de pendientes históricos los atributos demográficos de Kamala. A propósito, Petro debería considerar esa opción ante su Vice, a quien usó como accesorio, fachada «woke» o geisha.
Hace X años, en la ficticia tragicomedia Veep (HBO), una Vice Prescindible rompió el «espejo» de cristal. Traslucía desprecio hacia los demás, corrupción institucional e hipocresía ideológica; esgrimía decisiones erráticas, reacciones impulsivas o relaciones oportunistas, y extorsionaba sin discriminar, manipulando a su familia o maltratando a su género, cual miembro de bando opositor, cabildero o misógino. Aquí, el decadente César convirtió al Partido Liberal en Neoconservador.
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente