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Analistas 19/07/2022

Paternalismo libertario

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Aunque pose como benefactora, la Economía Compartida o Colaborativa fue más de lo mismo. Lejos de intermediar relaciones entre «iguales» (P2P), y propiciar «solidaridad», Uber empoderó a la Competencia Desleal; los socios de Rappi deben hacer pataleta para que les paguen, y las fintech se rebelan para mantener sus usureras pirámides fuera del alcance Estatal.

Las empresas nunca garantizarán el bienestar de la humanidad, y su excelencia es otra falacia. De acuerdo con Gates, la corrupta teoría financiera somete al “más tonto o vulnerable”, y los trucos del marketing manipulan el Libre Albedrío. Por eso abundan los placebos o las opciones complacientes -nocivas o mediocres-, y los clientes se mimetizan o pastorean como adolescentes, por confusión o presión.

Las empresas también renuncian a desarrollar su personalidad, y terminan convertidas en malas copias de sus Homólogas; así desvanecen la ilusión de la Competencia Perfecta: los presuntos «oponentes» tienden a «acercarse», aunque implique «distanciarse» de sus clientes. Según Hotteling, esa «conglomeración» e «imitación» abarata el robo de clientes (Stability in Competition, 1929), y el desequilibrado neoliberalismo privilegia la «conformación» de bandos, «centros» o «clústeres».

Semejante «conformidad» incrementó la segregación, redujo la diversidad y anuló el Principio Hologramático, que habría permitido constituir «ciudades de 15 minutos». También auspició que los oligopolios, mellizos o gemelos empresariales jugaran al gana-gana, y defraudaran a los demás sacrificando al «justo medio».
La situación es tan precaria, que ni siquiera parece legítimo exigir Reformismo Regulatorio. Colombia nunca democratizó la propiedad, el acceso y el uso de bienes o servicios, públicos ni privados. Además, ignoró el consejo quijotesco: “No hagas muchas pragmáticas, y si las hicieres, procura que sean buenas, y que se cumplan”.

Paternalismo Libertario, el Nobel de Economía Thaler recomendaría a Petro intervenir tantas externalidades. También contrarrestar la deserción escolar, adaptando un «incentivo» que neutralizó los embarazos adolescentes: un bono de «$1 dólar diario» por año aprobado (Nudge, 2008).

La intervención en campaña por parte de Fecode y Sindesena, sindicatos de negligentes o inefectivos funcionarios, es ilegal o imprudente. Nunca abogan por los «nini», y siempre apelan al chantaje para exigir mermelada o sabotear reformas a la selección, capacitación y evaluación docente; la flexibilización curricular, modernización de metodologías, y continua retroalimentación del impacto.

Tras el fracaso de Victoria Angulo, la designación de Alejandro Gaviria refleja el persistente menosprecio hacia los Pedagogos, y reafirma que «Ser Economista de los Andes Paga». Además, en el gobierno de izquierda la universidad pública tampoco tuvo la representación imaginada, porque sus estándares son igualmente cuestionables, recordando los escándalos de Malagón y Rodríguez, Economistas de la Nacional en altos cargos durante el vergonzoso régimen Duque.

Tecnócratas y empresarios comparten conflictos de intereses, promesas incumplidas y mañas. Ahora, la derecha intenta expropiar varias iniciativas del «disruptivo» Petro, atribuyéndose la facultad de exigir aquello que impidió mientras ostentaba el poder.

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