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Analistas 03/06/2023

Moralidad o morosidad

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista
La República Más

Como provisión ante las reformas, Asofondos había celebrado que el ingreso de los ocupados, el pasado mes de junio, duplicaba lo registrado en 2020 (Informe Mercado Laboral, 2022). Sin embargo, ese rimbombante anuncio no aclaraba que durante la pandemia el promedio equivalía a 69,5% del salario mínimo legal, que tampoco alcanza para vivir con dignidad.

Oportunistas, entre tantas mentiras y quejas, es necesario reconocer que sustentamos nuestros empleos contando nimiedades, o rebuscando impactos sin verificar. En su empeño por conservar un contrato, o recibir incrementos salariales, le pregunto: ¿el balance que deja su trabajo es de superávit o déficit ante su empresa, la sociedad, el medio ambiente, su familia y su vida?; en consecuencia, ¿considera justa su compensación?

En 1911, Taylor publicó los Principios de la Administración Científica; estaba convencido de que su asesoría habría permitido a Dios crear al mundo en tres días. Décadas después, The Economist aterrizaba la realidad: nuestro trabajo es una pérdida de tiempo, aunque aparentemos estar optimizándolo (Parkinson, 1955).

Recientemente, un antropólogo desacreditó a los cargos mejor pagados por el mercado, aduciendo que los responsables y sus grupos de interés reconocían la pobreza de sus contribuciones (Bullshit Jobs, 2013). En Utopía para Realistas, un historiador resaltó una huelga de recicladores, ridiculizando otra del sector financiero; finalmente, durante el Gran Confinamiento, quedó en evidencia que la mayoría de las actividades eran “no esenciales”.

Metonimia, los sindicalizados cobran más que sus “pares” ocupacionales en las micro y pequeñas empresas, que sostienen a la economía. Paradójicamente, como los demás privilegiados, siempre estarán insatisfechos, y su egoísmo los impulsará a buscar más. De hecho, no parece importarles que la mayoría permanezca subempleada, y que, según el Dane, más de 70% de la población sacrifica sus “necesidades primarias”.

Chantajistas, las consultoras salariales -HAY, Mercer, PwC o Deloitte- promueven el secretismo para ocultar esa corrupción tras la polarización de los ingresos; entretanto, las pruebas psicométricas que incorporan dilemas éticos indagan sobre qué haría Usted, si en una transacción le dan más de cambio: nunca cuestionan si ha cobrado de más.

Entonces recomiendo al nuevo Ministerio de la Igualdad y la Equidad, junto a la Comisión de Políticas Salariales, que realicen estudios similares al de ‘A Bit Rich. Calculating the Real Value to Society of Different Professions’ (neweconomics.org), donde cuantificaron las externalidades de diversas ocupaciones.
Verbigracia, fomentando el consumismo y el endeudamiento, los publicistas y los crupieres financieros, en 2009, destruían hasta 11 veces el valor generado. Por otra parte, el aporte de los cuidadores multiplicaba hasta 12 veces su salario, monetizando los beneficios psicológicos, sociales y ambientales.

Ante la tiranía de la meritocracia, la monopolización de las oportunidades y la insostenible desigualdad urge regular un Máximo Salarial, y gravar los empleos intensivos en Externalidades.

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