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Analistas 19/11/2022

Geriatric Millenial

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Google advirtió que la inteligencia artificial revolucionaría nuestra existencia más que “el fuego, la electricidad o internet” (1/2/2018). Sin embargo, persisten sus faltas de humanidad y de humildad.

Hado moderno, deshumanizamos el trabajo (Labor’s End: How the Promise of Automation Degraded Work, 2022), y alardeamos progreso proyectando indicadores anacrónicos, que maquillan tendencias autodestructivas (New threats to human security in the Anthropocene, 2022).

Me declaro «neoludista» porque la tecnología sofisticó nuestras primitivas pulsiones; verbigracia, mis superficiales contemporáneos se contagiaron de «midorexia», y creen rejuvenecer cuando renuevan su Hardware. Para contrastar cuánto evolucionan, suelo invocar la Paradoja de los Gemelos: uno viaja “al infinito y más allá”, veloz como la luz, y otro permanece estancado, con los pies en la Tierra.

Insatisfechos, cada cual cree envejecer más que su par. En busca del tiempo perdido, sincronicemos nuestros marcos de referencia con el que, durante la Gran Depresión, visualizaba Keynes para futuras generaciones, como la criada idealizando la adicción al trabajo.

Según su profecía (Economic Possibilities for our Grandchildren, 1930), para 2030 debimos corregir el miope problema económico: la subsistencia; gracias al avance científico, emprendido desde el Renacimiento, estaríamos librados de la carga laboral y dedicados a cultivar virtudes. Sin embargo, el planeta está quebrado y el «burnout» se viralizó.

Ignorando El Lado Humano de la Empresa (McGregor, 1960), predomina el modelo «X» -con toda «tacha»-, desnaturalizando el trabajo y corrompiendo sus condicionamientos. Involucionistas, necesitamos dotar sentido, intención de trascender «Y» compromiso para cooperar; convengamos que al responder “¿a qué se dedica?”, resulta gratificante e inspirador cuando las personas rezan “contribuyo a construir”, en lugar de recitar que su cargo es “picapiedra”.

Por demás, la renta universal debería ser US$75K, según calibraron Kahneman y Deaton -Premios Nobel por su contribución a la Economía del Comportamiento-, como valor convergente entre el precio del Sueño Americano y el costo de la Felicidad (High income improves evaluation of life but not emotional well-being, 2010). Utopía viable, la riqueza promediada por adulto es US$87.489 según el Global Wealth Report 2022, publicado por Credit Suisse -otra Institución en ruinas-.

Keynes predecía “turnos de tres horas o semanas de quince horas”, y su pronóstico ni siquiera lo honraron las ostentosas empresas Great Place To Work. Tampoco las de Carlos Slim, quien desde 2014 propuso reducir la jornada a 3 días, y luego pospuso indefinidamente esa posibilidad. No obstante, en la nada progresista Colombia, Hada demostró que ese sueño algún día podría hacerse realidad, acondicionando el «flexiviernes».

La Constitución estadounidense declara que todos son “iguales”, aunque la inequidad impera; también se suponía que la “búsqueda de la felicidad” era inalienable, pero la confundieron con el PIB. Ahora, IBM extinguió a los «dinobabies» y el déficit del salario emocional fue corroborado por una heredera de Disney, quien denunció que su gestión humana no era Cuento de Hadas (The American Dream and Other Fairy Tales, 2022).

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