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La polarización es una cortina de humo, porque las contradicciones ideológicas mantienen en crisis a la socialdemocracia y el capitalismo. La regresividad es absoluta, según reitera la ONU (World Social Report, 2020).
Antes de la pandemia había fallecido Feldstein, presidente emérito de la National Bureau of Economic Research, quien asesoró a los gobiernos Reagan, Bush y, ¡sorpresa!, Obama. Para entender y apostatar ese pensamiento que gobierna, recomiendo su ensayo ‘Reducing poverty, not inequality’ (1999), donde señala que la pobreza se ha medido mal y aboga por aquellos que concentran la riqueza, porque esa condición “mejora a algunas personas sin empeorar a otras”.
Esa conjetura la defiende la ciencia de la tecnocracia, la econometría, que aún en la era de la innovación radical opera bajo el principio del «ceteris paribus»; de manera explícita renunció a las reformas sistémicas y, como un cambio marginal mantiene «todo lo demás igual», sigue modelando al negacionismo, el egoísmo y la conformidad.
Como resultado, la economía real parece inexistente, conjuraron la progresividad redistributiva para afianzar la exponencial, y los privilegiados conservan iguales derechos que «todos los demás», aunque «diferentes» parámetros. 20 años después (recuerdo la novela de Dumas), Naciones Unidas finge ante el bando al que pertenece, y reporta que “reducir la pobreza depende de acabar con la desigualdad y proteger la naturaleza” (The Future is Now. Global Sustainable Development Report, 2019); sin embargo, en su “Llamado a la Acción” defiende la inequidad de medios y fines, agregando que “con diferentes puntos de partida se requieren diferentes aproximaciones para los países ricos, de ingreso medio y pobres”.
Ese enfoque invita a evadir cualquier compromiso -o manipular su cumplimiento-, como sucedió con el Acuerdo Climático y la Agenda 2030; de hecho, su informe ‘Human Development Report. Beyond income, beyond averages, beyond today: Inequalities in human development in the 21st century’, reconoce que la «lotería» de las diferencias juega antes del nacimiento, y “se agravan a lo largo de la vida”.
Paradoja, el modelo neoliberal abortó o secuestró nuestras “libertades para ser y hacer”; nos dejó sin potestad “para tomar decisiones con el fin de cumplir [nuestras] aspiraciones” (ídem), y el rescate es impagable para la mayoría de individuos. Además de atentar contra la dignidad humana, emergieron efectos colaterales como el riesgo moral, y la «indiferencia» colectiva e institucional.
Verbigracia, honraron a Feldstein otorgando el Nobel de Economía 2019 a la pobreza: no a la inequidad; siguen eligiendo salvar a la tiranía capitalista, y no a la humanidad, a la sociedad y el planeta, como nos recuerda el Papa mediante su encíclica «Fratelli Tutti».
En la misma línea, mientras anuncian el Premio durante el próximo Día de la Raza (12/10/2020), aquí cierto grupo sigue posicionando la candidatura de Gaviria, y su tecnócrata lema: “competencia hasta donde sea posible, regulación hasta donde sea necesaria”.
Interesante, aunque tan ambiguo o ambivalente como Fajardo. Prefiero alguien con vocación para fundar la socialdemocracia que necesita nuestra República, y sugiero a Cecilia López como primera Presidente de Colombia. ¿Qué opinan?
Resulta preocupante que el crecimiento se fundamente principalmente en el consumo del sector público y el consumo de los hogares, puesto que esto no es sostenible
El colectivismo empobrecedor no avanza solo por la fuerza de los saqueadores, sino por la culpa moral de los productores. Al socialista le basta con convencer al empresario de que es moralmente sospechoso