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Analistas 26/09/2023

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Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Debido a los fallos del mercado laboral, millones buscan empleo y escasamente el match es idóneo. Tras investigar pruebas autoadministradas, y entrevistas improvisadas, descubrí supuestos infundados, respuestas halagüeñas y sesgos.

Como no especifican qué necesitan, ni distinguen cuál perfil están dispuestas a aprovechar, las empresas ruegan por dioses y se conforman con cualquier mortal. Exponiendo reciprocidad, los candidatos idealizan su destino, pero no tienen conciencia de qué pueden aportar o qué merecen realmente, y tienden a aceptar cualquier propuesta.

Además de las expectativas, las promesas reproducen cierta posverdad: una declara valores en su solemne website, aunque demuestra negligencia y displicencia durante sus procesos; otro proyecta benevolencia u obediencia, tras haber maquillado su currículum.

Repasemos algunas escenas. En El Diablo Viste a la Moda, una asistente saluda con mala actitud, y descalifica a la candidata diciendo “Recursos Humanos tiene un extraño sentido del humor”; igual, era impresentable que la aspirante exhibiera desconocimiento sobre la organización a la cual pretende integrarse.

En Licencia para Casarse, un sacerdote obliga a realizar su infalible curso prenupcial, que incluye juegos de roles con situaciones experienciales, para probar eventos críticos y determinar si las parejas tienen las competencias requeridas para honrar el compromiso que compartirán.

Retomando, pasado cierto periodo de prueba, la nueva recibe retroalimentación: “¿sabes por qué te contraté?; siempre vinculo al mismo estereotipo y decepciona. Entonces apareces tú, con un impresionante currículum, además de aquel discurso sobre tu supuesta ética laboral, y me dije arriésgate, contrata a la gorda e inteligente. Tenía esperanza, pero resultaste ser otra más”.

Acto seguido, ella se queja ante un inesperado mentor: “no sé qué más puedo hacer, porque si hago algo bien, no lo reconoce ni lo agradece; pero si hago algo mal, ella es cruel”. La respuesta que obtuvo fue: “renuncia, puedo conseguir otra […] porque en este lugar, donde tanta gente moriría por traba-jar, tu sólo asistes; y tienes el descaro de preguntarte por qué no te da una estrellita… despierta”.

Finalmente, su trágico desenlace se hizo realidad, tras haber sido advertida de que “cuando toda su vida estuviera arruinada, significaría que probablemente merecía algún ascenso”.

Reencontrándonos con nuestra extraña realidad, para afrontar los comicios, los tarjetones no incluyen buenas opciones, aunque ofrecen trabajos de ensueño. Los candidatos evaden el polígrafo, y, desvirtuando lo que debería empezar con un concurso de méritos, la Comisión Nacional del Servicio Civil tampoco aplica pruebas para clasificar su ética, personalidad y trastorno.

Fallida, la democracia nos secuestró, y nuestros representantes son antihéroes que en los debates piratean al protagonista de Búsqueda Implacable, jurando: “no sé quién es, ni qué busca […] pero tengo una serie de diferentes habilidades [mañas que me convierten en una pesadilla] para gente como usted”.

Aprendamos a desear. Óptima recuperación para Juanes; celebrar LXV sueños, y más.

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