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Analistas 25/05/2019

Algoritmo egoísta

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

La historia de la especie informática -hoy Facebook, Apple y Google-, suscita reflexiones sobre la evolución y destino de nuestra inteligencia (Hipótesis del Cerebro Social), tecnología y economía neoliberal.

La selección de quién accede a recursos esenciales y escasos originó juegos de depredación que usan la mimetización (Why we lie: evolutionary roots of deception) y memetica (El Gen Egoísta). De hecho, en De los «Mentirosos», Montaigne distinguió «consciencia» de «creencia»; también desenmascaró la verdad, pero su opuesta seguía revestida con miles de «caras».

Conecto esto con el Héroe de las Mil «Caras» (Campbell), referente universal para concebir arquetipos (aliados/enemigos) y diseñar guiones (dramas/hazañas); Marketing y Finanzas, verbigracia, prosperaron vendiendo como Ventaja Competitiva a quienes pagan un engaño tras otro, y una deuda con otra.

Los experimentos psicosociales revelan que tienen mayor influencia quienes «creen» lo que dicen, y que el malhumor mejora nuestra aptitud para detectar «mentiras» (On being happy and gullible: mood effects on skepticism and detection of deception). Contraste, sin embargo, el cinismo de la posverdad e hiperrealidad (Cultura y Simulacro, Baudrillard), con la indignación y negatividad de los barómetros de opinión, en una época que prepondera votar en contra -no a favor-.

Juzgamos cuanto «mentiroso» como individuo, y no rol dinámico en un contexto que compartimos (Error Fundamental de Atribución), mientras todos queremos parecer mejores, secreteamos vergüenzas/culpas, expresamos molestia cuando nos mienten -o chismean sobre nosotros-, somos hipócritas (fake) y repetimos «mentiras» (piadosas).

Siglos después de que Shakespeare escribiera “«somos» de la misma sustancia que los sueños”, padecemos Sonambulismo Tecnológico (Autonomous technology, Winner) y seguimos configurados para buscar aprobación (like), maquillando nuestras mejores «caras» (photo-shop), registradas acomodando la mano como saludo fascista (selfi).

Silicon Valley prohibe el reconocimiento facial que exporta, mientras la red pesca nuestro retrato más fiel navegando ‘en privado con el modo de incógnito’; también activa nuestro modo oscuro para ‘cheat-ear’, como aquel Juego de Imitación (cuya película popularizó el palíndromo “Doc, note: I dissent. A fast never prevents a fatness. I diet on cod”) que demostró nuestra capacidad para crear autómatas «mentirosos», que exhiben inteligencia (Computing machinery and intelligence) o «consciencia» (Language, truth and logic).

Por cierto, CyberLover sedujo y defraudó humanos. Dirá usted, bobos cayeron en esa trampa; pero los expertos son tan malos para «reconocer» engaños, como Usted cuando trata de descifrarlos eligiendo «cara» al lanzar una moneda (Turing Test: 50 Years Late).

Reconocer (maravilloso palíndromo), es necesario para empezar a decir al derecho lo mismo que al revés; en otras palabras, de frente igual que a espaldas. Tantas mentiras y chismes, informaciones tóxicas y envanecidas que, además, nos traicionaron con la tecnología -otro pasatiempo que dejó de ser trivial-, mutando de Gen hacia Algoritmo Egoísta: juegos de manipulación, ‘Artificial Stupidity’ según describió The Economist (1992).

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