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ANALISTAS 16/09/2025

Del déficit al liderazgo energético

Fredy Vargas Lama
Director del Doctorado en Administración

En la costa central del Perú, frente a las aguas frías del Pacífico, se levanta Melchorita, único terminal de gas natural licuado en esta parte del continente. En el primer semestre, treinta buques metaneros partieron hacia Asia y Europa, llevando millones de metros cúbicos de energía y la certeza de que Suramérica puede jugar un papel decisivo en el tablero energético mundial.

Tengo una imagen en la retina: un gigante silencioso de SK Energy, zarpando hacia Corea del Sur, donde los cargamentos latinoamericanos son recibidos con enorme valor estratégico, garantía de industrias que no pueden detenerse. Esa escena me dejó una reflexión inevitable sobre las paradojas en Colombia: teniendo bajo tierra estos recursos, convivimos con déficits energéticos y fiscales que no tendrían por qué existir.

Colombia vive con dos relojes en cuenta regresiva: el fiscal y el energético. Este es el tercer artículo de una serie donde buscamos plantear prioridades para el próximo presidente.

El déficit fiscal: una bomba de tiempo

Las cuentas públicas atraviesan un momento crítico. Para 2025, el déficit fiscal se acerca al 7% del PIB. Cubrirlo será la primera gran tarea del próximo gobierno. No hacerlo significaría un deterioro de la confianza de inversionistas y organismos internacionales, un aumento en el costo de la deuda y un menor espacio para financiar programas sociales y de infraestructura.

El déficit fiscal hoy amenaza con mayor deuda, inflación y menos inversión pública, y nos arriesga a perder el grado de inversión restante.

Respecto a las posibilidades de lograr el equilibrio fiscal de mediano plazo desde el lado del ahorro de recursos, volveré en próximos artículos. En esta ocasión quiero poner el énfasis en lo que probablemente es la mayor palanca que tiene Colombia para generar nuevos ingresos: la industria energética.

El déficit energético: un riesgo aún mayor

El segundo desafío es la energía. Que Colombia piense en importar gas, cuando debería estar en superávit y exportando, revela la falta de visión con que hemos administrado nuestros recursos. Es un contrasentido que erosiona nuestra seguridad energética y limita nuestro crecimiento.

La salida implica pragmatismo:

• Retomar la exploración y producción de petróleo y gas, asegurando un puente de corto plazo.

• Negociar acuerdos de importación de gas barato como medida transitoria (quizás desde Perú).

• Acelerar las inversiones en renovables no convencionales (solar y eólica).

• Explorar con decisión el hidrógeno y, en el mediano plazo, abrir la conversación sobre los reactores modulares pequeños (SMR) nucleares, en alianza con países como Canadá.

Colombia necesita tener esta discusión cuanto antes. Si quiere ser medianamente relevante en la región en la carrera por los data centers que demandará la inteligencia artificial, debe garantizar suministro eléctrico confiable, abundante y competitivo. Y eso implica no descartar ninguna opción tecnológica.

Ecopetrol: más que una petrolera, un integrador energético

En este panorama, Ecopetrol no es solo un actor más: es el vehículo estratégico. Puede ser el gran proveedor de energía de América Latina en la próxima década. Su ventaja no radica únicamente en sus activos físicos, sino en sus recursos estratégicos:

• Su gente, con décadas de experiencia en proyectos complejos.

• Su red de aliados y stakeholders, que incluye socios internacionales, comunidades locales y proveedores de escala global.

• Su prestigio internacional, construido sobre la seriedad y el cumplimiento, que le abre puertas en los mercados financieros y en alianzas tecnológicas.

Con esta base, Ecopetrol puede diversificar su portafolio y convertirse en integrador: petróleo y gas para dar ingresos fiscales inmediatos, renovables para posicionar al país en la transición, e innovaciones como hidrógeno y nuclear modular para garantizar confiabilidad a futuro.

La revolución de la IA y la demanda energética

El reto energético se amplifica con la revolución de la inteligencia artificial. Los nuevos centros de datos ya consumen gigawatts de energía, y se estima que para 2035 la demanda global de la IA multiplicará por treinta los niveles actuales. América Latina no será ajena a esta ola.

La competitividad digital no se definirá solo por el talento humano o el capital de riesgo: dependerá de contar con energía suficiente, confiable y a buen costo. Si Colombia logra consolidar un portafolio robusto, puede atraer inversiones en centros de datos y empresas tecnológicas, y posicionarse como socio estratégico en la economía digital.

De la escasez al liderazgo

El próximo presidente enfrentará dos desafíos inmediatos: un déficit fiscal histórico y un déficit energético que amenaza con frenar nuestro desarrollo. Ambos, tratados con pragmatismo y visión, pueden convertirse en la gran oportunidad de los próximos cinco años.

El déficit fiscal puede aliviarse con el dinamismo de la industria energética. El déficit energético puede revertirse si Ecopetrol se convierte en integrador regional, combinando fuentes tradicionales con renovables, hidrógeno e incluso nuclear modular. Juntos, estos frentes pueden ser la base de un liderazgo continental.

Colombia está en cuenta regresiva. El reloj no se detiene y cada año sin decisiones estratégicas reduce nuestro margen de maniobra. La historia de Melchorita no debería repetirse: no podemos seguir viendo zarpar barcos de gas desde otras partes de Sudamérica hacia Asia mientras en Colombia debatimos cómo tapar huecos fiscales. Tenemos los recursos, el talento y la empresa para liderar.

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