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La capacidad productiva de todas las regiones de Colombia, sin excepción, es inmensa. Sin embargo, las brechas de desigualdad y abandono a los territorios lo son aún más. La falta de una infraestructura de transporte idónea y robusta contribuye al aumento progresivo de los desequilibrios territoriales asociados a la falta de inversión y conectividad. El resultado: una visión de futuro cada vez más empobrecida que favorece el desaprovechamiento de los activos de asociatividad y debilita las potencialidades ligadas a la vocación económica de los municipios y provincias del país.
En un país de contrastes, con una geografía compleja para la accesibilidad, se hace imperante el fortalecimiento de la red vial, vista como un instrumento de integración clave para el desarrollo, la inclusión y la promoción de la equidad, especialmente en las regiones más olvidadas, a las que el Estado tanto les adeuda. En este propósito, contar con la voluntad política de los tomadores de decisión, a nivel regional y central, es fundamental.
El caso de la otra Colombia o la Colombia profunda, es sumamente ilustrativo. Hay cientos de municipios en los 32 departamentos del país cuyo potencial a nivel agrícola, cultural o turístico está completamente desperdiciado y marginado por la falta de conectividad y la creciente desconexión con el desarrollo.
Es paradójico que, mientras el debate de los centros urbanos se gesta alrededor de la planeación estructural de un tren elevado o subterráneo, hay provincias donde aún se define cómo salvar cosechas que están destinadas a perderse porque es inviable la cadena de producción en sí misma, hay dificultades innumerables en el acceso a servicios esenciales y además se sobrevive al precario e indigno sistema de salud en muchos pueblos y comunidades por la desconexión del aparato productivo nacional con la Colombia rural.
Por eso, priorizar la infraestructura vial como política de Estado, es el camino, pues no hay regiones inviables, sino aisladas y con visión y voluntad política limitada, para materializar conectividad integral y generosa. El Regiotram de Occidente, un ambicioso proyecto liderado por el gobernador de Cundinamarca, Jorge Emilio Rey, que conectará a Bogotá con municipios claves del departamento como Madrid y Facatativá, entre otros, y cuyo avance ya oscila en un 30%, es la prueba de que apostar por una visión estratégica de país más competitiva, productiva e interconectada es necesario para que los territorios dejen de ser periferias absorbidas por el centralismo de las capitales.
En el escenario internacional, hay referentes claros y dignos de replicar con condiciones menos privilegiadas que las de Colombia, que cuenta con acceso a dos océanos, una red fluvial poderosa y regiones con vocaciones productivas claras. Si bien existen limitantes de orden presupuestal y técnico, la materialización de una infraestructura vial robusta es posible y necesaria. Entonces, ¿por qué esperar?.
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