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El burro es el peso. El dólar es el tigre. Y la pelea la desata el reciente anuncio de Cárdenas sobre la monetización de dólares producto de la venta de Isagen que ayudaría a la “estabilidad de la tasa de cambio”. Lo que no se hizo cuando el dólar estaba débil, ya no se va a poder hacer con estos pañitos de agua tibia. Países más grandes y poderosos han fallado en el intento.
El objetivo del Gobierno es que la entrada de dólares a la economía colombiana procedente de este tipo de operaciones impacte en el mercado cambiario. En otras palabras, que a través de un aumento en su oferta, el precio de la divisa decline y con ello se contenga la devaluación, que en 2015 bordeó 40%.
Pero la estrategia es errada pues la incorporación de divisas sería gradual en la medida en que se necesiten para los proyectos de autopistas 4G. En otras palabras, la decisión estaría dada en un escenario de largo plazo, y la disminución en su precio sería mínima: pocos pesos durante períodos de tiempo cortos. La actual devaluación es consistente con la desaceleración de la economía global y tiene como causas, entre otras, la baja en el precio del petróleo y el incremento reciente en las tasas de interés por la Fed.
En el mundo hay una devaluación generalizada en países tan lejanos como Rusia, Egipto y Taiwán. En América Latina, durante 2015, el promedio del fenómeno en Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México y Perú fue de 35,5%. En Colombia, el déficit en la cuenta corriente -las importaciones superan las exportaciones-, también está presionando el precio de dólar.
La enfermedad holandesa no pasó desaperciba. Nos contaminó y estamos pagando sus consecuencias. Hubo flujo de capitales hacia Colombia y apreciación de la moneda hace menos de tres años; sin embargo, la bonanza se disipó y hoy la economía está en cuidados intensivos con una tasa de cambio que ya casi llega a $3.400.
Una solución similar a la que plantea Cárdenas para hacerle contrapeso al dólar fue intentada por varios países mediante la venta de sus reservas internacionales. Todos fracasaron. La revaluación fue mínima y transitoria. Este es el caso de México, que subastó reservas por un valor de US$24.000 millones de dólares en 2015.
A China tampoco le funcionó a pesar de los grandes esfuerzos. En diciembre pasado vendió U$S108.000 millones, para un total anual de U$S513.000 millones. La tasa de cambio respondió muy poco y el dólar subió 2% frente al yuan en el último mes. En cambio sí ocasionó un desplome en la Bolsa de Valores al inicio del año.
El mercado de los dólares es realmente complejo. Según cifras de Kantox, a 2013 movía cada dos semanas más dinero que el PIB mundial y era 28 veces mayor que el mercado bursátil. Es el más grande del mundo al transar US$5,3 billones por día. Además, interviene en 43,5% del total de operaciones globales de divisas seguido, de lejos, por el euro, con 16,71%. Anualmente, mueve US$1.378.000.000 millones.
Si en la actual devaluación pesaran más los factores internos que los externos, el escenario sería distinto y la decisión de vender los dólares procedentes de la compraventa de Isagen, podría impactar mejor la volatilidad de la divisa.
La realidad es que no se tomaron medidas estructurales cuando el dólar estaba débil. Esto hubiera hecho que el país creciera a base de eficiencia tributaria y del gasto público, competitividad, diversificación de los mercados externos y de la oferta en los productos de exportación, entre otros.
Ya es muy tarde. Ahora, en esta pelea, el burro amarrado no le hará ni cosquillas al tigre.