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Analistas 21/05/2016

El péndulo que el tiempo ha detenido

Analista LR
La República Más
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Mucho se ha escrito sobre el fin de la izquierda en Latinoamérica y el retorno del péndulo a la derecha del espectro político. La realidad es otra. La supuesta distinción ideológica es una simplificación que en nuestros países, caracterizados por partidos débiles, hace daño. Este no es el momento para anunciar la supuesta sepultura de una izquierda inexistente sino para plantear soluciones a problemas históricos.

La división entre los de derecha y los de izquierda data de 1789 cuando en tiempos de la Revolución Francesa, en la Asamblea Nacional los defensores del rey se sentaban a la derecha del recinto, y los revolucionarios a la izquierda. Posteriormente, cuando se transformó en la Asamblea Legislativa, los “innovadores” se acomodaban a la izquierda, al centro los “moderados” y a la derecha los “defensores de la Constitución”.

Esta distinción todavía se utiliza a pesar de que pretender encasillar todas las posiciones políticas, económicas y sociales de una persona en tan solo uno de los dos grupos no es posible. Por lo general, las posturas económicas predominan al momento de catalogar a alguien (creyente en el libre mercado o defensor de la intervención estatal).

Por esta razón es fácil encontrar personas que crean en posiciones de distintas vertientes. El profesor de Harvard, D. Sunshine, al hablar de Republicanos y Demócratas -el primero tradicionalmente azul y el segundo rojo- dice que “la realidad es que las personas son mucho más moradas que cualquier otra cosa”. 

Según él, siempre ha existido un tercio de los que se denominan Demócratas que están en contra del aborto y un tercio de los Republicanos a favor de este -posición que es opuesta a los preceptos de su ideología. 

En Latinoamérica existen peores contradicciones. Los gobernantes de izquierda se oponen al matrimonio homosexual, como en Ecuador; encarcelan a opositores políticos violando derechos humanos, como en Venezuela; y son acusados de corrupción, como en Brasil. 

En Colombia, Uribe, un Presidente reconocido por ser de derecha, repartía subsidios a través de programas como familias en acción. Santos, quien fue elegido por la mano dura, dio un giro radical y hoy busca ser identificado como un “traidor a su clase” y por hacer “chillar a los ricos”.

Este tipo de contradicciones demuestra lo tenue que es esa distinción. Esto, sumado a la debilidad de partidos sin ideología, hace que la raya izquierda-derecha solo sirva para polarizar y generar choques. Esta herramienta fue utilizada por la izquierda radical en el continente buscando enfrentar las clases para ganar adeptos.

Personalmente considero que los latinoamericanos se han cansado de este constante careo cargado de odio y resentimiento, más que de cualquier otra cosa. Los han castigado en las urnas y ahora llega la nueva camada de presidentes de “derecha”. 

En el continente más desigual del mundo, ninguno de ellos podrá actuar realmente como un político de derecha según la teoría. Anticipo que sin excepción aplicarán políticas públicas que cubrirán todo el espectro político. A pesar de esto, ellos tienen la opción de buscar la polarización desde su orilla con fines electorales, como lo hicieron sus antecesores, o enfocar todos sus esfuerzos en mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos sin excepción.

En últimas, lo más deseable no es el anunciado “giro a la derecha”, sino el comienzo de una era en la que las fluctuaciones ideológicas cesen tal como “El péndulo que el tiempo ha detenido”, del que habla Borges en su poesía.
 

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