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Analistas 13/05/2021

¿Déjà vu?

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.

El francés Émile Boirac acuñó el término Déjà vu en “El futuro de las ciencias psíquicas”, para referirse al fenómeno que pueden presentar los seres humanos cuando sienten la fuerte sensación de que un evento o experiencia que se vive en la actualidad se ha experimentado en el pasado. Vivimos un paro convocado inicialmente por sindicatos y centrales obreras, que se convirtió en una protesta en contra de las reformas anunciadas o en curso: fiscal, salud, pensiones, laboral, educativa y a favor de una real y eficaz implementación del acuerdo de paz.

La mayoría de los manifestantes entiende que la economía colombiana responde fundamentalmente a un clientelismo político que exime de impuestos y competencias a los grandes oligopolios, entre otros, los del banano, azúcar y minería. Así, se reivindica un cambio de modelo menos excluyente y que se traduzca en mayor democratización de la salud y la educación.

Un país con baja tasa de representatividad sindical (menos de 5%) y un conflicto armado que permanece en el tiempo y conspira contra la viabilidad política de una izquierda democrática, explica la escasa recurrencia a la protesta con la frecuencia que se da en sus vecinos Argentina, Chile o México. De hecho, nuestra generación creció recordando el gran paro nacional de 1977, donde trabajadores, profesores y estudiantes, atendiendo la convocatoria de los sindicatos, arrinconaron al gobierno liberal de Alfonso López Michelsen, que en ese momento lidiaba una crisis económica y una disputa con los militares.

Diez períodos presidenciales han transcurrido desde entonces y en ninguno se habían dado jornadas cívicas de paro como la de 1977. El de coteros e indígenas de 2008 que enfrentó el gobierno de Uribe y el paro agrario de 2013 contra Juan Manuel Santos en 2013, no se les compara. Por el contrario, el del 21 de noviembre de 2019 y el iniciado el 28 de abril pasado, no solo son equiparables al que enfrentó Lopez Michelsen, sino que lo superan.

Los colombianos, como si se tratará de un Déjà vu, repetimos -en mayor cobertura y sostenibilidad- la inédita experiencia de noviembre de 2019. La inoportuna, regresiva y ambiciosa reforma tributaria en medio de las reivindicaciones sociales y económicas que venían siendo aplazadas y agravadas por la pandemia, no fue más que un detonante, intencionalmente presentado en el momento de la mayor ola de contagios, contando, además, con la prohibición de aglomeraciones ordenada por un tribunal.

De forma tardía, el gobierno de Iván Duque anuncia una nueva mesa de negociación para rebajar la tensión y buscar salidas consensuadas. Sin embargo, hoy su gobierno cuenta con menos credibilidad no solo porque no se avanzó en una agenda social, sino porque las protestas de 2019 eran menos violentas, más puntuales y la situación social y económica menos grave.

La protesta de obreros, campesinos, indígenas, estudiantes, necesita respuestas ponderadas y no tradicionales que comprendan una política social que implemente, de forma efectiva e inclusiva, los derechos humanos y un cumplimento genuino del proceso de paz. Como diría Juan Manuel Ospina, el desarrollo del país y la atención de emergencias, no puede depender solo del endeudamiento internacional y la captación de capitales internacionales.

Cuidemos a los colombianos con el mismo celo que el grado de inversión de la deuda externa.

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