Avanza la Reforma Laboral

Creo en el diálogo social y creo en la deliberación pública como mecanismos para que las organizaciones y la ciudadanía pongan sobre la mesa sus demandas y necesidades, sus sueños de país y creo que la Reforma Laboral que el Gobierno del Cambio presentó al Congreso ha ido avanzando por el camino del diálogo a pesar de la ortodoxia de unos o el egoísmo de otros.

De todas maneras el diálogo social en el que creo debe ser eficaz y la eficacia completa, es decir, la de un diálogo entre iguales, enfrenta muchas amenazas en un país cruzado por dificultades que no podemos meter debajo de la alfombra: la desigualdad que genera grandes muros educativos, políticos o sociales, las limitaciones democráticas que dificultan o distorsionan la participación política de las personas con menores ingresos o que dependen en buena parte de subsidios, hasta ahora muy pequeños, o de actividades económicas signadas por la inestabilidad y el miedo a perder empleos precarios, mal pagados, con explotación y sin cumplir la ley, o por la violencia que ha producido millones de víctimas y genera mucho miedo, de sufrirla, de que arrecie, aunque hay otros que parecen tener es miedo de que se detenga.

En alguna intervención del año pasado recordaba el ‘Discurso de las Cuatro Libertades’ de Franklin Delano Roosevelt y creo que esas palabras representan muy bien la idea de fondo y el objetivo principal de la reforma laboral: reducir la incertidumbre generalizada y normalizada que viven millones de personas día a día, siempre con la espada de Damocles del despido o de no recibir ninguna indemnización o que esta sea tan pequeña que no permita la sobrevivencia. La inmensa mayoría de la población del país vive así durante toda su vida, porque la movilidad social del país está detenida, porque la inmensa mayoría es pobre y vulnerable, y ni la sociedad ni el Estado le brindan las oportunidades para romper el círculo vicioso de la pobreza.

En la medida en que el temor al hambre, a caer en la pobreza, a no tener un techo o que tu trabajo se trague tu tiempo, pues la posibilidad de decidir cuál es tu proyecto de vida será escasa y tu nivel de libertad muy limitado. Y no podemos tapar el sol con las manos, esta es la realidad cotidiana que vive la inmensa mayoría.

Como lo demuestran tantos estudios, la historia económica y las cifras, el tamaño de la economía colombiana, de su tejido empresarial poco productivo, apenas desarrollado para la sobrevivencia, y maniatado por una demanda muy precaria de bienes y servicios como consecuencia de muy bajos ingresos de las familias, es insuficiente para incluir a 50 millones de personas, lo que demuestra que no es el valor de la mano de obra lo que detiene a la economía, es su insignificancia productiva.

Insignificancia productiva que es consecuencia de obstáculos que sufren la inmensa mayoría de empresarios pequeños y micro de acceder a crédito barato desde la banca privada; ahorcado por los costos de la energía y sin apoyo económico, ni técnico porque tenemos un estado ínfimo, no solo en su número de funcionarios, sino en su capacidad de desatar procesos de desarrollo científico, tecnológico, de infraestructuras, de digitalización, de vigilancia y control sin contar también con la inseguridad que hace que se invierta más de lo normal en ese problema. El Estado debe aplicar el Plan Nacional de Desarrollo y convertirse en gran impulsor de un modelo de desarrollo democrático, sin duda un cambio de paradigma y de actores económicos.

Parte de ese cambio de ideas, de modelos y de políticas es la Reforma Laboral, y será muy bello el momento en que logremos su aprobación a pesar del pensamiento dominante y de los poderes mediáticos y económicos. Daremos unos pasos para abrir las mentes y volver comunes ideas sociales, solidarias y hasta ahora heterodoxas. Otro paso importante en este camino hacia las reformas ha sido la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo, en especial su componente laboral, de trabajo decente, de fortalecimiento del sistema de inspección, vigilancia y control.

Pero del Plan es necesario resaltar también la caja de herramientas que se concretó en medidas claves para generar el crecimiento y el fortalecimiento de las micros y pequeñas empresas o, mejor, de la economía popular que necesitamos que crezca, no en número de unidades sino en su tamaño y valor agregado, que se articule en economías de escala y cadenas de producción y genere riqueza suficiente gracias a la generación de mayor valor agregado, para formalizarse ellas y crear empleo formal con trabajo decente.

Quiero felicitar y agradecer el pronunciamiento de Acopi sobre el Plan Nacional de Desarrollo, que resalta decisiones como estas: la creación del Consejo Nacional de Economía Popular (Art 74), los instrumentos de inclusión financiera que abrirán oportunidades de crédito barato a las Mipyme (Art. 88), el acceso a las alianzas público-populares para la contratación con el Estado (Art 99), aunque estoy de acuerdo con Acopi en que debe haber compras públicas diferenciadas que beneficien al sector Mipyme como ocurre en otros países. También es importante la decisión de mantener los incentivos para la formalización de empleo (art. 79) y la creación del sistema de información estadístico de la economía popular (art 90) o la participación de Acopi en los esfuerzos de paz. Este gremio de la inmensa mayoría de empresas y unidades productivas micro y familiares del país hace un buen resumen en su positivo comunicado sobre el PND que valoro mucho.

Y creo que algunas propuestas gradualistas que podrían presentarse para la negociación y la discusión en el Congreso son positivas y pueden originar un diálogo que podría ser eficaz y positivo para los trabajadores y para los micro y pequeños empresarios.

La reforma avanza, pero requiere que la clase trabajadora se movilice de manera prioritaria para sacarla adelante. Como lo dijo el Presidente de la República el primero de mayo: las reformas irán hasta donde el pueblo quiera llevarlas.