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Analistas 10/07/2013

Por qué fracasan los países

Eduardo Verano de la Rosa
Gobernador del Atlántico
La República Más
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Recientemente, la Universidad del Norte de Barranquilla invitó al autor del libro “Por qué fracasan los países”, James Robinson quien ha revolucionado el mundo académico y político con sus ideas.

 
Robinson y Daron Acemoglu, su coautor, explican  los problemas que impiden a todos los países tener un crecimiento equilibrado.  
 
Demuestran los motivos por los cuales hay naciones que logran un alto nivel de desarrollo y calidad de vida de sus habitantes, como: Inglaterra, Estados Unidos, Francia,  Japón y Brasil, mientras otras no lo consiguen: Se quedan pobres porque toman, casi que a propósito, malas decisiones en lo que corresponde a la constitución de sus instituciones de gobierno. 
 
El libro tiene un profundo análisis histórico que se remonta al momento de la llegada de Cristóbal Colón, de cómo Norte y Sur América empezaron al mismo tiempo, pero tuvieron procesos diferentes en su construcción institucional: unos países desarrollaron organizaciones “inclusivas” y otros “extractivas”.
 
En Suramérica, los indígenas Aztecas, Guaraníes, Mayas y Chibchas fueron obligados a crear unas modalidades de comando permisivas y débiles, fundamentadas en la “encomienda” que permitía a los españoles “extraer” el oro de la Nueva Granada y la plata de Perú.
 
Por el contrario, el Norte creció orientado hacia la prosperidad interna a través de la educación, con incentivos para una mayor actividad económica, con un sistema bancario y de mercados financieros que atendían los requerimientos de las entidades extranjeras.  Es decir, instituciones económicas “inclusivas” que hacen que la sociedad produzca y reinvierta sus utilidades en más infraestructuras, en promover más talento, más educación y de esa manera, salir más rápido de la pobreza.  
 
Hubo una diferencia muy grande entre el estilo de conquista y colonia de los españoles en Suramérica y los ingleses en Norteamérica: Los ingleses venían a quedarse, a construir un país para su futuro, los españoles, no. 
 
El libro entra al detalle de cómo en Virginia, Estados Unidos, desde 1618, se generaron incentivos para invertir  y crear en un escenario de gobiernos sólidos, duraderos y democráticos.
 
Los latinoamericanos, por el contrario, crearon sistemas de gobierno“extractivos”, muy débiles. El caso que analiza Robinson y Acemoglu es México que en 43 años, a partir de 1824, tuvo 52 presidentes que estuvieron más pendientes del ‘quítate tú, pa’ ponerme yo’ mediante guerras sanguinarias que no crearon instituciones de largo aliento.
 
En el Sur, aún persisten gobiernos que facilitan y permiten que la élite gobierne y extraiga los recursos que produce la sociedad para beneficio propio y así acumular riquezas personales o familiares. 
 
Se trata de gobiernos con autoridades muy débiles que no brindan tranquilidad y seguridad a los empresarios, quienes sienten que no se les va a respetar su propiedad y en consecuencia, pueden verse avocados a expropiaciones e impuestos sorpresivos que poco garantizan su trabajo y su inversión. 
 
Robinson le dedicó buena parte de su estudio a Colombia, al examinar su situación durante 15 años. Enfatizó en que la falta de autoridad y control en partes muy amplias del territorio nacional, lo que facilita el dominio de grupos paramilitares, de bandas criminales y de guerrillas. No hay un Estado “presente” para todos, lo que permite la ebullición de numerosos problemas.  
 
De esto se concluye que necesitamos mayor autonomía, mayor presencia estatal, para poseer mayor capacidad en la resolución de conflictos en las regiones. 
 
Como bien lo dijo Robinson, sin instituciones fuertes no hay avances.  Si hay carencia de institucionalidad, se hace inevitable el “fracaso de las naciones”. 

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