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Analistas 22/07/2014

¡Arde la Ciénaga Grande!

Eduardo Verano de la Rosa
Gobernador del Atlántico
La República Más
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El humo saliendo de la naturaleza es como las lágrimas en el rostro de un niño. Anuncian que algo les ocurre.

La humareda gigantesca que sale de la Ciénaga Grande de Santa Marta es indicio de que algo grave sucede. Se están arrasando, a punta de candela viva, más de mil hectáreas de manglares de esta ciénaga y del Parque Isla Salamanca. El cono de la humareda es tan impresionante que cubre totalmente a Barranquilla y llega hasta Pozos Colorados y El Rodadero.

Después de la quema, quedan grandes zonas negras que hacen ver a la naturaleza como a un humano a quien le arrancan la piel. La cicatriz que queda es una gran capa de naturaleza muerta que demora por lo menos 20 años en recuperarse. 

Es un incendio de grandes proporciones que no ha recibido la atención adecuada y amerita una gran movilización nacional. Es necesario militarizar la zona. Lo más grave es que este incendio no se ha dominado y se expande cada vez más. Medio se apaga y vuelve y se aviva a causa de las brisas fuertes, temperaturas elevadas y falta de lluvia. 

Se están quemando ecosistemas vitales, manglares y zonas protegidas que requieren vigilancia, control y protección porque son la sala-cuna de la cadena biótica donde se generan significativos procesos de nutrición de la naturaleza en el que confluyen hongos, insectos, aves y peces en un gran ecosistema de más de 27 mil hectáreas. Todo esto tenemos que preservarlo intacto para las futuras generaciones. 

La zona es el punto más importante para el desplazamiento (ida y regreso) que hacen millones de aves migratorias desde Canadá hasta el sur de Chile. Allí, en el Parque Isla Salamanca y en la Ciénaga Grande de Santa Marta, tienen su fuente más rica de abastecimiento y descanso. 

El incendio causa severos problemas respiratorios y de visibilidad en la vía. Lo que se está quemando en el sur de la Ciénaga Grande, en el sector de Sevillano, son grandes extensiones de naturaleza exuberante de la desembocadura de Río Frío que juegan un papel fundamental en el proceso de alimentación de agua dulce a la Ciénaga Grande y lo peor es que lleva varios días consumiéndose sin control. 

Más abajo quedan las desembocaduras de los ríos Aracataca y Fundación, donde empieza el santuario de la Ciénaga Grande. Toda esa zona protegida debe quedar al amparo de las máximas autoridades ambientales. Lo que viene a futuro son problemas severos de sedimentación y mortandad de especies.

Parece ser que la causa de las quemas está en gente que pretende ampliar zonas de cultivo y ganarle terreno a la ciénaga y para ello desaparecen los manglares. Esta situación se agrava por la sequía.

Se requiere una gran coordinación de todas las autoridades competentes para utilizar toda la técnica moderna de apagar incendios como los helicópteros Bambi y que entren en acción los bomberos del municipio de Ciénaga, las autoridades ambientales de los departamentos de Magdalena y Atlántico y el Ejército Nacional.

Hay que atacar, con mayor control y vigilancia, lo que ocurre en la Ciénaga Grande. La historia nos volverá a pasar la cuenta de cobro por haber abandonado a nuestro principal ecosistema que viene recuperándose lentamente del detrimento que tuvo con la construcción de las dos carreteras que se hicieron sin ninguna prevención ambiental en 1956. 

Hace 16 años, el Ministerio de Ambiente abrió los Caños del Clarín, Aguas Negras y Renegado e inyectó 150 m3/seg para oxigenar y recuperar el ecosistema. Esa obra gigantesca está en peligro.

Por último, lo más importante es que se afecta de manera dramática la paupérrima situación de la gente de Tasajera, Pueblo Viejo, Sitio Nuevo y Nueva Venecia. Estos ciudadanos necesitan, a gritos, un plan de recuperación social, ya.

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