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Analistas 08/05/2021

Revueltas y empleo de los jóvenes

Eduardo Lora
Economista

No es una sorpresa que la mayoría de los revoltosos sean jóvenes e incluso menores de edad. La tasa de desempleo entre los jóvenes de 14 a 28 años es 23,5% y la de informalidad más de 60%. Las posibilidades laborales de los jóvenes sin estudios universitarios son malísimas. Es urgente hacer algo para desactivar este polvorín originado en la frustración.

La fracasada propuesta de reforma tributaria contenía algunas medidas para facilitar la creación de empleo formal para los jóvenes. La más importante consistía en eximir a los jóvenes menores de 28 años que no hubieran tenido previamente un empleo del pago de contribuciones para salud, cajas de compensación y pensiones que tendrían que hacer ellos o las empresas que los contratasen. ¿Valdría la pena rescatar esta propuesta?

La Ley 1429 de 2010, llamada ‘Ley del Primer Empleo’ hizo algo semejante, pero tuvo muy poco impacto, según un riguroso estudio que hizo en la Universidad Eafit de Medellín el más joven de los dos autores de este artículo. La ley solo ayudó a mejorar un poco las posibilidades de que los jóvenes que eran informales pasaran a ser formales. Más exactamente, elevó en apenas seis puntos porcentuales la probabilidad de esa transición, y solo en el caso de los hombres, no en el caso de las mujeres. Pero no logró nada más: no mejoró lo más mínimo las posibilidades de que los jóvenes desempleados encontraran empleo, ni de que los que estaban inactivos se pusieran a trabajar o a buscar empleo.

Es posible que una propuesta como la que estaba haciendo el Gobierno fuera un poco más efectiva, por dos importantes diferencias con respecto a la Ley del Primer Empleo. Una es que, en la propuesta del Gobierno se buscaba eximir a las empresas del pago de los impuestos a la nómina, mientras que la ley anterior solo permitía que el pago pudiera ser descontado del impuesto de renta de la empresa. La segunda diferencia es que la propuesta buscaba beneficiar a todo tipo de empresas, no solo a las pequeñas, como era en la ley de 2010.

Con todo, es poco factible que propuestas de este tipo sean muy efectivas. Es cierto que las contribuciones sobre la nómina son una barrera importante para la creación de empleo formal. Pero en el caso específico de los jóvenes, hay otras limitaciones mucho más profundas. Las mujeres jóvenes son objeto de discriminación por los altos costos potenciales que incurren las empresas en el evento de maternidad. Y, si ya tienen hijos, las mujeres tienen grandes dificultades para encontrar empleos formales que se ajusten a sus condiciones porque la oferta de centros de cuidado infantil es muy limitada y costosa. Los problemas de transporte en las ciudades grandes se suman a estas complicaciones para las mujeres.

Más en general, tanto los hombres como las mujeres jóvenes que carecen de estudios técnicos o universitarios no tienen mayores opciones de conseguir empleo formal porque la educación secundaria, pública o privada, no prepara para el trabajo y ni siquiera para la vida. A lo sumo, en los buenos colegios, prepara para seguir estudiando.

La falta de posibilidades laborales para los jóvenes es, por lo tanto, la punta de un iceberg que se hunde muy profundo. Eso no justifica los actos violentos de los últimos días, pero sí ayuda a explicar por qué es tan fácil movilizar la frustración.

Con la colaboración de Nicolás Mancera, economista.

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