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Analistas 15/09/2018

Palos de ciego

Edgar Papamija
Analista

Aunque el Viejo Mundo no parece inmutarse frente a los problemas latinoamericanos, su discurrir político arroja algunas luces sobre lo que acá ocurre. El fantasma de la derecha extremista y xenófoba recorre los países de la Unión Europea amenazando su estabilidad democrática.

A los resultados electorales de Italia, Austria y Alemania, se suma la situación de Suecia, país donde la política social demócrata, durante décadas, ha impulsado un modelo ejemplar de seguridad y bienestar colectivo que ahora cede terreno ante una derecha intolerante.

Latinoamérica padece similares manifestaciones políticas que tienen acá efectos diversos. El hemisferio mira expectante al Brasil donde, ante el naufragio de la candidatura Lula, emerge su candidato Fernando Haddad que ya supera en las encuestas a sus inmediatos seguidores.

México espera los efectos de la llegada al poder de López Obrador y Argentina es una incógnita, pues del éxito o del fracaso económico de Macri, dependerá el mensaje que se envíe a la región.

Hay una clara deficiencia mundial de los políticos, sujetos al inmediatismo sin capacidad para prever las crisis y sin sentido de futuro. Por ningún lado aparecen las estrategias que piensen en las nuevas generaciones, y hay en el mundo occidental una gran preocupación frente a la respuesta política de los pueblos que pierden la confianza y son víctimas del populismo sin que aparezcan propuestas democráticas, pues la realidad contrasta con las soluciones fáciles.

En ese contexto preocupa lo que ocurre en Colombia, donde un Gobierno de derecha puede incubar una crisis social y económica si no genera gobernanza cierta en temas álgidos: violencia, justicia, narcotráfico, Venezuela, amén de la urgencia fiscal.

Definitivamente, hay que reconocer que se equivocó Santos al no aceptar el resultado de las urnas, en el tema de la paz, aun siendo absurdo. Inglaterra perdió con el Brexit y cumple, a contrapelo de la razón, el mandato de las urnas. Allá la opinión pide un nuevo referendo, seguramente para buscar una respuesta diferente.

Acá seguimos pagando las consecuencias de no tomar en serio los veredictos democráticos y nuestro ordenamiento jurídico. Se equivoca el Gobierno en su visión fundamentalista del combate contra las drogas, el control de la protesta social, las restricciones a la tutela, el freno a la restitución de tierras. Se improvisa, y así no llegaremos a buen puerto.

Ha hecho carrera que la política se hace en verso y la administración en prosa, y eso no es saludable en una democracia. En el tema Venezuela, como en los de educación, salud, pensiones y tributario, Duque fue empujado a hacer afirmaciones y propuestas, contrarias a la realidad, que hoy le cobran su desconocimiento o su acomodamiento para ganar las elecciones.

En lo de Venezuela, por ejemplo, nos han dejado solos, pero es absurdo pretender intervenir en sus decisiones internas. El mundo conoce la realidad y la farsa de Maduro. El diario de España, El País, hizo una investigación sobre el desembarco de millonarios venezolanos vinculados al régimen chavista, que han hecho inversiones por más de 160 millones de euros fruto de sobornos y sobrecostos en negocios de explotación de petróleo y contratación de grandes obras públicas.

Es claro que ni Ortega ni Maduro son modelos a seguir, pero no hay en Colombia propuestas que recuperen la confianza.
Conclusión: somos víctimas de la improvisación, vivimos la crisis del populismo mundial; y en la incertidumbre, izquierdas y derechas dan palos de ciego.

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