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Analistas 18/10/2022

Los enemigos del cambio

Edgar Papamija
Analista

Los gobiernos sin importar su ideología, cuando inician su gestión, presentan las mismas debilidades. El actual no escapa a ese comportamiento típico de nuestra democracia, donde el gobernante entrante sigue en modo campaña. Seguramente cuando se cumpla el fatídico plazo de los cien días, las circunstancias, siempre críticas, le indicarán que la campaña ha terminado.

El Presidente de la República en su visita a los indígenas del Cauca expresó, en tono mayor, sin vibrator pero con matices poéticos, como acostumbra, con otras palabras claro, que el Gobierno del Cambio era una realidad, que era ahora o nunca, y que cualquier eventual fracaso no era adjudicable a su falta de decisión sino a la indecisión del pueblo; que el tiempo era demasiado corto y que los enemigos había que contrarrestarlos con una permanente y multitudinaria movilización social que derrotara el santaderismo enquistado en las estructuras de un Estado paquidérmico.

Señaló el Presidente como principales enemigos del cambio, la normatividad secular profusa y laberíntica, escrita en los oscuros pasillos del régimen, responsable de un statu quo injusto, parcializado a favor de quienes habían detentado el poder por siglos y la burocracia insensible, enquistada en las instituciones, que encontraba un problema para cada solución.

Hasta ahí el discurso, es irrefutable, adornado con imágenes literarias efectistas como le gusta al Presidente.

Yo agregaría otros dos enemigos, no menos dañinos, en el camino propuesto para el cambio: el twitter y el micrófono. El Gobierno debe aceptar que agotado el tiempo de la campaña, no será posible calmar las aguas para dedicarse a la gerencia, si los responsables de las grandes decisiones no abandonan la inconveniente moda de gobernar por medios no convencionales que generan un clima de intranquilidad e incertidumbre para al metódico ejercicio del poder, ávido de la firmeza propuesta por el Presidente y de la mesura del Minhacienda que, sin lugar a dudas, ya brilla como la figura del gabinete.

En cuanto a las propuestas, hay coherencia con lo dicho en la campaña. La reforma tributaria va en la línea de Stiglitz y de la profesora Mazzucato, inspiradores de cabecera de Petro. Sus novedosas teorías económicas apuntan a la generación de valor para combatir la desigualdad, encarar la crisis climática y las secuelas de la postpandemia. Gravar las grandes fortunas, reformulando la función del Estado para intervenir en el mercado y vigilar los excesos de las instituciones financieras, son algunas de sus ideas. Tal vez eso explica que los organismos orbitales miren con complacencia lo propuesto. Esperemos la discusión de esa reforma en el Congreso pleno, pues la experiencia indica que ahí saldrán los partidos al debate, mostrando la cantidad y la calidad de compromisos que tiene la clase política.

Sobre reforma política y pensional el debate sigue abierto, pero después de escuchar, virtualmente en Caldono - Cauca, al Presidente de los colombianos, pareciera que dudara de los márgenes de maniobra que la normatividad y el establecimiento le permiten y, en tono de tribuno, anunció que el fracaso de sus propuestas no era una opción, pues convocaría a las multitudes a las calles y plazas del país, para presionar con la movilización social el soñado cambio. La notificación fue clara.

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