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Analistas 17/12/2022

Salario mínimo y trampa del subdesarrollo

Diego Gómez
PhD, Director ECSIM

Se entiende como subdesarrollo un estado social en que gran parte de la población no participa de manera suficiente en la generación de bienestar. El elemento central asociado a esta situación es un sistema productivo insuficiente en tamaño, complejidad y valor en cuanto al tipo de bienes y servicios que genera. Con trampa nos referimos a esa estructura institucional que impide superar las restricciones.

La discusión de salario mínimo es un “Mito de Sísifo” evidente al revisar décadas de columnistas repitiendo la danza del desconcierto anualmente. Es claro que los precios hay que ajustarlos anualmente de acuerdo a la inflación, y el de los salarios debería hacerse estrictamente en esa proporción, pero políticamente hemos asumido que el aumento total de la productividad de los factores debemos trasladarlo al aumento de salario, cuando por definición no es generado por los factores laborales y a eso le sumamos los voluntarismos políticos de mejora en la distribución del ingreso, lo que no ocurre con este mecanismo y es lo que acaba de ocurrir con el aumento del 16% anunciado el jueves 15 de diciembre.

El problema social central de Latinoamérica es la informalidad. Esto es una expresión de la insuficiencia del sistema económico. Estas se ubican entre 40% y 70%. En Colombia en el anexo de informalidad del Dane de septiembre de 2022 está registrada en 58,3%. El dato a su vez es consistente con los niveles de población sin pensión, 61% y de población es régimen subsidiado de salud, 53,2%.

El problema para resolver es el régimen laboral resolviendo integralmente los limitantes que están llevando a que no podamos generar las dinámicas de expansión del sistema productivo que nos permitan superar la pobreza y la informalidad.

Esto ha llevado a que un problema se manifieste en sociedades duales en Latinoamérica. Una parte de la sociedad vive en la formalidad, con ingresos adecuados y soporte del sistema de seguridad social. La otra parte vive en la informalidad con bajos niveles de ingreso, productividad y cobertura de seguridad social. Una parte de la sociedad con estándares globales de calidad de vida y otra entrampada en la insuficiencia del sistema.

El problema es que el salario mínimo es la expresión del marco regulatorio que establece separación de los dos mundos. Mientras mayor sea esa cota más entrampada queda el segmento social por fuera de la formalidad.
Por eso el mínimo se convertido en una forma de expresar el egoísmo y la exclusión social de los sindicatos que se abrogan la representación de quienes no tienen trabajo o lo tienen de manera informal.

Como lo señalamos en un artículo anterior, en términos de Piketty, el Salario Mínimo es un “Clivaje Político”, una línea divisoria que establece dos categorías sociales, los que tienen los derechos legales y los que viven en una sociedad paralela sin las garantías sociales del trabajo formal. “Political Cleavages and Social Inequalities in 50 Democracies”, Gethin, Martínez-Toledano & Piketty (2021).

En estos términos, el salario mínimo es una condena social, una trampa profunda del subdesarrollo para Colombia y Latinoamérica.

Se constituyó en una barrera de acceso a la seguridad social y a esquemas más flexibles y abiertos de participación en el mercado de trabajo que habiliten a su vez la formalización empresarial y el desarrollo efectivo del sistema productivo del país. Lo que necesitamos es un cambio del acuerdo social en la formulación del régimen laboral y de seguridad social.

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