.
Analistas 31/10/2018

El país que todo lo envidia

Diego A. Santos
242 Media Director No Ficción

Rappi debe ser un motivo de orgullo para el país. Punto. Una compañía colombiana que en menos de cinco años de existencia ya vale más de US$1.000 millones y que cuenta con una cobertura en seis países latinoamericanos, y sigue creciendo, ya tiene suficientes credenciales como para que le demos una atronadora ovación de pie.

Como bien es sabido, son múltiples los factores que propician el crecimiento y desarrollo de las naciones, pero uno clave es el que reside en el ejemplo; el comprobar, a través del éxito de los otros, que es posible lograr hasta lo imposible. ¿Cuántos creían que en Colombia se podía construir una empresa propia de Silicon Valley? Pocas personas, seguramente.

Por eso, más allá de la importancia de Rappi como negocio, de la solución que encontró para los millones de personas que no quieren salir de sus casas a buscar o comprar productos a cualquier tipo de comercio, esta empresa es la demostración de que Colombia está lista para que florezcan emprendimientos gigantescos. El ‘chip’ nos debe estar cambiando.

Sus fundadores, caleños ellos, entendieron la dinámica de este nuevo mundo de la era digital, en el que se identifica un problema y se desarrolla una solución tecnológica aplicable a nivel global, no local. Es la clave del éxito de las empresas que quieren conquistar el mundo.

El concepto Rappi sirve aquí y en Cafarnaú. Dirán algunos, porque nunca faltan esas voces, que el negocio contó con inversión y asesoría extranjera. Es cierto, pero la razón es porque aquí en Colombia los empresarios aún no tienen esa visión de grandeza y no creen que seamos capaces de competir globalmente.

Sin embargo, independientemente de eso, no se le debe restar méritos a la compañía. Gracias a Rappi, la barrera de lo posible para nosotros, que es bien bajita, ha subido cientos de metros más. Nos está señalando un camino.
Ver el logo del bigote blanco sobre fondo como rosado por todas partes en Brasil, México, Argentina, Chile y Uruguay es un motivo para celebrar. Pero estamos en Colombia y eso es mucho pedir.

Aquí, en el país de la envidia y el retroceso, no podemos con el éxito ajeno, especialmente en ciertos sectores, empeñados en postrarnos en un eterno retraso escudándose en ese falso, aunque efectivo discurso sobre los derechos de los trabajadores.

En las últimas semanas reaparecieron políticos y activistas acusando a Rappi de abusar de sus empleados. Lo hicieron con saña y con esa rabia propia de quien quiere destruir y no construir. Es lo fácil, lo popular. Lo que copa los titulares de los medios. La explotación de la ignorancia. ¡Y qué daño que hace!

La torpe respuesta de Rappi a toda esta polémica, a través de un escueto y antipático comunicado, muy al estilo de los que suele emitir con gran soberbia Uber, le dio aún más alas a las voces críticas de su modelo de negocio. Contra viento y marea, los colombianos debemos defender Rappi de esos políticos retrógrados y populistas que tanto daño le hacen a nuestro país.

Si son inteligentes, Rappi, por iniciativa propia, y de manera contundente, debe liderar un debate nacional sobre cómo fortalecer los derechos de los trabajadores en este nuevo ecosistema digital. Y de forma ética y transparente, educar a los colombianos, sobre su modelo de negocio. Que invierta en ello, y que lo haga antes de que le vuelvan la vida imposible.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA