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Analistas 05/05/2023

Los líderes también sufren

Claudia Dulce Romero
Directora de Extensión y Egresados, Universidad del Rosario

Los líderes no son superhéroes o heroínas. Como cualquier persona, deben enfrentar el equilibrio de la vida personal y laboral. Experimentan una montaña rusa de emociones en su día a día, que van desde la alegría y la esperanza hasta la tristeza o la ira. No, el líder no siempre debe estar sonriendo, también llora y sufre. Sin embargo, en muchas ocasiones no lo demuestra porque no quiere mostrarse vulnerable o débil frente a su equipo de trabajo.

Esa vulnerabilidad ha cambiado en los roles de liderazgo y la cultura de las organizaciones. Cada vez se habla más de la inteligencia emocional, que no se trata de reprimir nuestras emociones para no mostrarnos vulnerables, sino todo lo contrario. Como lo expresa Daniel Goleman (1996), la inteligencia emocional es la “capacidad de reconocer nuestras propias emociones, las de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos”.

Goleman resume este proceso en cuatro dimensiones en las que el líder debe identificar, analizar y gestionar sus emociones, tarea que no es tan sencilla como parece, para después hacer lo mismo con su equipo de trabajo.

En el primer paso, promover el autoconocimiento implica abrazar la tristeza, la ira, la alegría, el desagrado, la sorpresa o el miedo; que cuando cada una de estas emociones pase de visita, podamos preguntarnos: ¿Por qué estoy sintiendo esto? ¿Qué lo generó? ¿Cómo estoy reaccionando? A partir de lo que conozco de mí mismo y de mi propia historia, ¿qué me lleva a reaccionar como lo hago?

Una vez identificadas las circunstancias de nuestra historia particular, las emociones relacionadas con las necesidades presentes y las que emergen con nuestro equipo, se puede promover la autogestión: ¿Cómo libero estas emociones? ¿Cómo las controlo para promover espacios de confianza, autenticidad y colaboración? En mi caso, CrossFit es un ejercicio que me permite liberar mis emociones o la carga de un día difícil, pero otras personas prefieren meditar, pintar, reflexionar, hacer mindfulness, leer, bailar, etc. Afortunadamente, la lista es larga y hay múltiples opciones que permiten tener un espacio propio para canalizar lo que sentimos.

Después de identificar y gestionar las emociones propias, se continúa con la conciencia social. Comprender las emociones en otros también es importante, ya que estas son la puerta de entrada para conocer los valores que orientan las decisiones de los equipos y las acciones de los individuos. Preguntar cómo está o se siente el equipo de trabajo es clave para mejorar las dinámicas laborales y crear vínculos. Se trata de ser empáticos para comprender lo que piensa y siente el otro.

Finalmente, estos pasos llevan a la gestión de relaciones duraderas y a la culminación de las dimensiones de la inteligencia emocional planteadas por Goleman.

Al líder usualmente lo buscan para resolver problemas, dar claridad o soluciones frente a situaciones complejas e incluso para un consejo laboral o personal. Por eso, debe trabajar en sus emociones para poder ayudar a su equipo a encontrar esas respuestas. Los mejores líderes comprenden el rol de las emociones en el contexto laboral, evaluando el rendimiento, y promoviendo la motivación y el compromiso.

Es gratificante ver que cada vez hay más conciencia sobre la importancia de la inteligencia emocional en el lugar de trabajo. El Centro de Educación Emocional -UR Emotion- de la Universidad del Rosario es un gran ejemplo de un espacio que promueve el bienestar personal, profesional y social a través de la gestión de las emociones. Esperamos que más organizaciones se sumen y apoyen a sus equipos de trabajo en el desarrollo de estas habilidades tan importantes.

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