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Analistas 27/02/2022

Saber escuchar

Ciro Gómez Ardila
Profesor de Inalde Business School

“Escuchar” fue la respuesta. Y sí, todos sabemos lo importante que es escuchar. Pero yo me quedé pensando, “En realidad, ¿qué es escuchar?”. La mejor respuesta que tengo es esta: “Escuchar es estar dispuesto a ser convencido”. Así llegué a esta conclusión.

En una charla sobre cómo escuchar música, el pianista y director Daniel Barenboim recomienda concentrarse completamente en ello. Parece fácil, pero ¿usted lo ha intentado? ¿Cuánto puede uno durar atento a la música sin hacer algo más o distraerse con algún pensamiento?

Como toda virtud, escuchar es un hábito que requiere práctica, voluntad y constancia, y que no se puede desarrollar de un día para otro. Concentrarse completamente en la música, lo mismo que en escuchar a quien nos habla, es algo que se va desarrollando poco a poco, con esfuerzo, y que si se descuida se puede perder.

Quien se concentra totalmente en la música es capaz de percibir sonidos que pasan desapercibidos cuando no se presta tanta atención; pequeñas notas de la flauta que adornan la pieza o una segunda melodía casi silenciosa que interpretan los contrabajos.

De la misma forma, cuando nos concentramos en solo atender a quien nos habla empezamos a distinguir distintos tonos en su voz, señales de sentimientos que acompañan sutilmente a las palabras; frases sueltas que son en realidad las más importantes y que quizá no se hayan dicho con más claridad, por ejemplo, por miedo; información muy valiosa que solo un buen oyente puede captar.

En su curso de apreciación musical, el profesor José Antonio Calcaño usa una comparación que en principio parece un poco extraña para explicar cómo debe escucharse la música, pero que ilustra muy bien lo que nos quiere enseñar. Imaginemos, dice, la situación de un náufrago en medio del océano; seguramente nadará con ahínco, pero después de un tiempo se le agotarán las fuerzas y no podrá sino rendirse, dejar que el mar lo lleve dónde quiera y entregarse a lo que pueda pasar. Así debemos escuchar la música, nos recomienda, sin prevenciones, sin buscar nada en concreto, sin intentar adivinar qué viene o pensar qué debe seguir; simplemente, dejándonos llevar. Yo agregaría que sin pretender saber dónde está la costa.

Ya no se trata solo de concentrarse, ahora se requiere suspender el juicio, no construir argumentos en nuestra cabeza conforme nuestro interlocutor habla, no opinar, así sea en silencio, sino atender, ir a donde quiere ir nuestro compañero, como un turista sigue a quien conoce bien la ciudad que visita. Barenboim dice que nos aferremos a la primera nota y nos dejemos llevar.

¿Por qué es tan difícil apreciar la música clásica? ¿Por qué tan relativamente sencillo disfrutar la música popular? Quizá porque estamos acostumbrados, porque es la música que escuchan nuestros pares. Quien disfruta los boleros no oye rap, aunque ambos ritmos puedan haber estado de moda algún día. Aventuro que no hacemos el esfuerzo de escuchar música nueva.

Tenemos a nuestra disposición las mayores composiciones interpretadas por los mejores músicos, ¿por qué no las disfrutamos? Quizás simplemente porque no las hemos escuchado de verdad; lo fácil es atender a lo conocido, hablar solo con quien está de acuerdo con nosotros. Esa música extraña, esas palabras inesperadas, nos molestan. Pero si nos esforzamos, si desarrollamos el hábito, aprenderemos a apreciar eso que antes no estimábamos o no entendíamos. Es un ejercicio interesante hacerles caso a los maestros y escuchar cómo nos recomiendan; nos dará la recompensa de disfrutar inmensamente de una gran música y de dejarnos convencer por las mejores ideas.

¡De qué cosas maravillosas nos estaremos perdiendo por no saber escuchar!

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