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Analistas 14/04/2023

Miedo a disentir

Ciro Gómez Ardila
Profesor de Inalde Business School
La República Más

Si disentir se vuelve peligroso, quien lidera se debe preocupar. Puede parecer extraño lo que digo: finalmente, ¿a qué líder no le gustaría que todo el mundo estuviera de acuerdo con él? Acaso, ¿quién quiere tener opositores? Pero lo cierto es que una receta eficaz para el fracaso es ser un líder que no recibe crítica ni tiene críticos.

Una de las tareas más difíciles para un directivo es saber lo que de verdad piensan quienes le rodean. La dificultad es clara: quien opina con honestidad se expone a ser malinterpretado, aislado o castigado de muy diversas y dolorosas formas. Por eso, solemos adoptar una actitud cautelosa cuando se nos pide nuestra opinión. Es poco lo que podemos ganar y mucho lo que podemos perder.

La dirección necesita a sus subalternos tanto como ellos necesitan a la dirección. Pero para que haya una relación fluida y eficaz se requiere la posibilidad de disentir. Aun más, es función de la dirección alentar esa disensión, evitar el consenso temprano. Un buen director debería desconfiar de quienes siempre lo complacen, persistentemente lo apoyan y nunca lo contradicen.

André Maurois, en su libro “Un arte de vivir”, explica que el Mariscal Pétain, durante la Primera Guerra Mundial, cuando le proponían un nuevo oficial para su Estado Mayor “lo llevaba consigo al campo e inspirándose en los accidentes del terreno, planteaba un tema táctico e indicaba él mismo una solución. Si el oficial lo aprobaba todo y se mostraba como un hombre que decía a todo que sí, el mariscal lo devolvía; si por el contrario el subalterno criticaba respetuosamente, pero con firmeza, las ideas del gran jefe, este le alababa y le elegía”.

Si en el gobierno de los países un modelo exitoso ha sido el que ha dividido el poder en distintos órganos para que cada uno se controle, se critique y se oponga; y si se ha visto que es justamente cuando ese espíritu de crítica se pierde, hay temor de opinar, el poder se concentra y un solo bloque domina, que las cosas van mal, de igual forma, esto puede suceder en la empresa.

Podría decirse que una de las más importantes tareas de un directivo es conseguir que le hagan caer en cuenta de sus errores. El poder, como se sabe, es peligroso para quien lo ostenta. Y aquí no importan las buenas intenciones, los grandes conocimientos o las especiales habilidades directivas. Si uno no recibe una información adecuada y veraz, si está aislado de la realidad de lo que sucede, es casi imposible decidir bien. Máxime si, además, padece una excesiva seguridad que lo ciega.

Quizá usted crea que todos están de acuerdo, dado que las reuniones parecen fluir tranquilamente, sus ideas son acogidas con entusiasmo, siente el grupo cohesionado y trabajando unido, pero ¿será esta la realidad o todo será producto del miedo?

Cuando quienes están llamados a disentir prefieren callar por temor, la organización está en peligro. ¿Y de dónde puede surgir ese temor? De la revancha, claro, de quien dirige contra los que no están de acuerdo. Puede tratarse de un cambio de salario, de un despido, de un aislamiento. Si las personas dudan de cómo usa usted el poder, si desconfían de su ética, seguramente será porque así se está comportando.

Y no es disculpa pedir “lealtad”. La lealtad no es callar, sino, al contrario, opinar con sinceridad.

Al igual que lo que se pide en un país, la libertad de disentir sin miedo es un gran valor dentro de una empresa.

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