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Este ambicioso plan de alianzas, infraestructura global para el comercio y acuerdos para reducir costo-tiempo de transporte y aumentar el flujo de productos chinos, reiteran el determinante rol geopolítico adquirido por este país. Junto con Estados Unidos, son nuestros principales socios comerciales, en consecuencia, no conviene parcializar, excluir ni negar, la necesidad de relacionamiento con los actores relevantes de la economía mundial. Este escenario hace imperativo que el gobierno actúe con cautela y priorice los intereses nacionales en este proceso de apertura internacional.
También conocida como BRI por sus siglas en inglés: “One Belt, One Road Iniciative” (un cinturón, una ruta), se compone de dos elementos: el “cinturón” económico que involucra rutas de transporte terrestre a través de Asia Central y la “ruta”, que conectaría trazados marítimos entre puertos de China con Asia, África, Europa y Latinoamérica. En conclusión, es un mega plan estratégico basado en acuerdos no solo comerciales, sino políticos, para ampliar la influencia china en el mundo.
La adhesión a la Ruta de la Seda podría abrir puertas a inversiones chinas en sectores clave como infraestructura, energía y tecnología. Sin embargo, los gremios empresariales colombianos, como la Andi y AmCham, han expresado su preocupación por la falta de transparencia en los acuerdos y los posibles riesgos asociados. En 2024, Colombia exportó a China apenas US$2.377 millones, mientras que importó US$15.936 millones, generando un déficit comercial de más de US$13.500 millones. Esta asimetría plantea interrogantes sobre los beneficios reales de una mayor integración con el gigante asiático.
Si bien son indiscutibles las ventajas que en términos de mejoramiento de la infraestructura para el comercio, persisten las dudas en las condiciones, alcance legal de los mecanismos de acuerdo, y especialmente la dependencia y el riesgo de sobreendeudamiento de los países destinatarios de los proyectos, con sus consecuentes tensiones geopolíticas. Prueba de ello, es que México, Brasil y Panamá no se han vinculado formalmente. De hecho, este último si bien se adhirió en 2017, luego se retiró en febrero de este año. Misma decisión tomó Italia por el alto costo institucional, pese a tener una mayor capacidad competitiva en comparación con los países latinoamericanos.
Mientras sigan sin regular aspectos técnicos relacionados con el control aduanero, leyes con capacidad institucional de fiscalización y sanción anticontrabando, medidas antidumping y de regulación de importaciones, entre otros, será imposible garantizar que el ingreso y tránsito de productos importados no afecte y ponga en desventaja la economía nacional.
Si bien la diversificación de aliados comerciales es una estrategia válida para cualquier nación, es fundamental que Colombia analice cuidadosamente las consecuencias de su acercamiento a China. La eventual falta de transparencia en los acuerdos, el desequilibrio comercial existente y las posibles repercusiones en las relaciones con Estados Unidos son factores que no pueden ser ignorados.
Por ejemplo, es una contradicción política que el Gobierno impulse una consulta popular, bajo el discurso de clase y la “noble” intención de ayudar a los trabajadores, cuando al mismo tiempo motiva un acuerdo con riesgos potenciales de crear un perjuicio mayor, sin revisar la letra menuda y que a largo plazo puede quebrar la mediana y pequeña empresa. Esta es una de las verdaderas razones por las que colombianos han acudido en masa a China en los últimos años a buscar proveedores y materiales más baratos, pues la industria nacional no tiene la capacidad de aguantar la competencia y margen de costos que maneja ese país.
Recuerdo la quiebra de las fábricas de calzado del Restrepo en Bogotá, un barrio tradicional de familias fabricantes, que ante la ola de zapatos chinos baratos, incluso a menos de un dólar, no tuvo otra opción que cerrar, ni tuvo como competir. Lo mismo ocurrió en Bucaramanga, Medellín y Cali en 2010. Esta es una de las realidades no calculadas de firmar la carta de intención al BRI con China. Tampoco excluye la necesidad de ampliar socios comerciales en todo el mundo, de diversificar el mercado y llegar con nuevos productos a más países, impulsando la industria nacional.
La historia nos ha enseñado que las decisiones estratégicas de país, deben ser tomadas con visión de largo plazo, considerando no solo los beneficios inmediatos, sino también las implicaciones futuras. En este contexto, Colombia se enfrenta a un desafío diplomático y económico que requiere una reflexión profunda y un análisis riguroso de los riesgos y oportunidades que implica la adhesión a la Ruta de la Seda. Es esencial que el país mantenga un equilibrio en sus relaciones internacionales, asegurando que ningún socio, por poderoso que sea, condicione su soberanía o su desarrollo. Solo así Colombia podrá avanzar hacia un futuro próspero y autónomo en el escenario global.
Se suspende la regla sin mostrar cómo se usarán esos recursos, poniendo en riesgo la sostenibilidad y dejando en duda si ese endeudamiento aliviará las necesidades o solo pospondrá los problemas.
Los profesionales formados en países pobres migran a las naciones más ricas que, están en búsqueda de mano de obra calificada