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Analistas 18/09/2018

Política exterior

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Colombia carece, como nación, de un política exterior que trascienda los diferentes gobiernos y que le permita tener un norte claro en su relacionamiento diplomático y comercial con el mundo. Toda acción de relacionamiento externo parece ser coyuntural lo que da la sensación de desorientación.

Institucionalmente Colombia se relaciona con el mundo mediante dos ministerios y sus dependencias. Por una parte, la Cancillería, con un andamiaje de embajadores, agregados comerciales y otros muchos que son designados en su gran mayoría por su cercanía política con el gobierno de turno. Son contados con los dedos de la mano los embajadores de carrera, que son verdaderos profesionales.

Se considera en nuestro medio que se es un buen embajador por su capacidad de relacionamiento publico. Es irrelevante si conoce a fondo el país en términos de posición estratégica y comercial en el mundo, y cómo esa posición dicta nuestro comportamiento.

La otra institución es el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo que tiene a su cargo las relaciones comerciales, la embajada en la OMC, un representante en Washington y todo un batallón de agregados comerciales que ocupan las oficinas de Procolombia en el mundo.

Estos equipos no necesariamente están coordinados con los de la Cancillería pero hay que admitir que de manera creciente Procolombia ha venido profesionalizando sus delegaciones en el mundo, desafortunadamente, sin mayores resultados.

Todo este esfuerzo no ha logrado que diversifiquemos nuestras exportaciones y que estas crezcan como lo hicieron las flores y el aceite de palma en su momento.

Esta disociación entre las dos entidades, que en muchos países es una sola (Chile, Brasil), lleva a muchas incoherencias. Veamos algunos ejemplos. Colombia ha manifestado claramente su decisión de mirar hacía el Océano Pacífico. Per- tenecemos a la Alianza del Pacífico y en declaraciones presidenciales se reitera la necesidad de un mayor relacionamiento con Asia-Pacífico, pero no obstante cortamos de tajo las negociaciones de un tratado de libre comercio con Japón.

Nos negamos a avanzar en un relacionamiento más estrecho con China y hay preocupación cuando se habla del ingreso de Nueva Zelandia y Australia a una Alianza Pacífica extendida.

Queremos tener una mayor integración diplomática y comercial con América Latina y en ese sentido también se manifiesta la Alianza del Pacífico, sin embargo nos retiramos de Unasur, en vez de dar la pela para que ese foro que sería fundamental para la cohesión de la región, sea una fuerza que defienda principios fundamentales de democracia y derechos humanos.

Es cierto, somos activos en la OEA (¿con Ordóñez?), pero allí hay un hermano grande con demasiado peso que con frecuencia practica el bullying.

La falta de coherencia en nuestra política exterior nos ha llevado a ir perdiendo pedazos de mar en un litigio con Nicaragua, a pasar de ser los peores enemigos de Venezuela, a ser los mejores amigos, para luego declararnos nuevamente los peores enemigos, todas estas posiciones frente el mismo régimen en el vecino país.

Hoy no sabemos bien por qué hemos invitado al presidente Trump a visitar a Colombia, sabiendo que la agenda que le interesa en exclusivamente la de la droga, y finalmente no sabemos, a medida que se revelan los compromisos, si el ingreso a la Ocde es bueno o malo (esperemos el próximo paro camionero). Este gobierno que está apenas empezando daría buenas lecciones iniciando una política exterior de Estado.

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