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Analistas 27/11/2018

Plan y plazo

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Se avanza en el Plan Nacional de Desarrollo, obligación legal de todos los gobiernos para plantear cuáles serán los derroteros durante su cuatrienio. Al igual que muchos de sus antecesores el presidente Duque anunció que el suyo será “Un Pacto por la Equidad”, lo que en el mejor de casos resulta un saludo a la bandera en un país en el que el tema de la equidad ha sido “pieza central”, de no menos de cinco planes de desarrollo de gobiernos anteriores y aun así tenemos la mayor inequidad del continente.

Es necesario preguntarse por qué si tantos gobiernos han priorizado la equidad no hemos sido exitosos en ese frente y la respuesta está en lo que en el país entendemos por Plan de Desarrollo. La pregunta es aún más pertinente por estos días que se celebraron los 60 años de Departamento Nacional de Planeación ya que la existencia de una agencia del estado encargada de planificar el comportamiento de la economía y la sociedad en una economía de mercado suena algo antagónico.

Parecería esa figura más propia de una economía centralmente planificada como lo son aquellas de los regímenes comunistas. En nuestra región abundan los Planes de Desarrollo y para la muestra basta mirar los casos de Cuba y Venezuela, países en los cuales con bombos y platillos se anuncian los planes de desarrollo. Lo contrario sucede en Chile donde “el proceso de planificación se vincula con el presupuesto y el programa de Gobierno”. Sobra decir que Estados Unidos tampoco tiene un Plan Nacional de Desarrollo.

Difícilmente podrá una economía de mercado planificarse desde el Estado. El Estado puede tener políticas públicas que incentiven tal o cual sector e inducir mediante mecanismos fiscales y de otra naturaleza la actividad económica del sector privado. Así por ejemplo puede imponer aranceles a tal o cual importación para incentivar el crecimiento de esa industria en el país o generar subsidios a ciertas actividades o beneficios fiscales que llevan a que la iniciativa privada se oriente en la dirección deseada por el Gobierno. Lo que no puede hacer el Estado es planificar el comportamiento de las fuerzas económicas.

Ahora bien, en aras de seguir la cuerda y rescatar la importancia de la planeación en Colombia como un instrumento de desarrollo, haciéndole un homenaje al presidente Lleras Restrepo, debemos tener en cuenta el tema del plazo. El tema de la Planeación quedó inscrito en la reforma constitucional de 1991 entendida ésta como una visión estratégica del país que se refleja en el gasto y las políticas públicas.

Una “visión estratégica” no puede ser coyuntural o en otras palabras, de corto plazo, como son los actuales Planes de Desarrollo. Una visión del país debe verse con un plazo que permita el impacto sobre economía y sociedad de la visión que se tiene del país hacia el futuro, y a nadie le puede caber en la cabeza que ese plazo sea de cuatro años, que en realidad son tres, pues el Plan se aprueba entrado el primer año de Gobierno.

Si bien es una intención loable no es factible derrotar la inequidad en el corto plazo y por ello, tanto plan que ha priorizado el tema no ha dado resultado. Si queremos como Nación tener una visión común que pretenda conseguir fines como la equidad, ello debe ser un propósito de largo plazo que abarque al menos tres gobiernos y que sea el resultado de un consenso entre fuerzas políticas y actores sociales, de lo contrario no será más que un eslogan del gobernante de turno.

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