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Analistas 07/05/2024

El periodo presidencial

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

La gran pregunta es si cuatro años son suficientes para adelantar una gestión significativa por parte de un gobierno y la primera respuesta que viene a la mente es que no. De los cuatro años, medio se va a final del período en las elecciones del reemplazo y con presidente electo dos meses antes de acabar el mandato es poca la capacidad de maniobra del ejecutivo. En los tres años y medio efectivo de gobierno es imposible planear y ejecutar un programa de gobierno transcendente si se tiene en cuenta que es el Plan Nacional de Desarrollo de cada mandato que es la ruta de acción debe aprobarse en el congreso y en eso se van los primeros seis meses o más del nuevo mandato.

Frente a esa realidad, es claro que Colombia tiene que resignarse a no pensar a largo plazo, más aún cuando cada mandatario nuevo llega a cambiarlo todo para dejar su huella indeleble- huella que desaparece tan pronto asume el nuevo mandatario. Tampoco existe un servicio civil fuerte que garantice que más allá de los cambios en la orientación de la política pública, la gestión del estado no se vea interrumpida por los cambios de gobierno. Y no existe porqué la frondosa burocracia no esa garantía de estabilidad sino un botín burocrático que se feria entre los políticos ganadores con propósitos non sanctus, como comprobamos los colombianos a diario siendo el caso de los carrotanques claro ejemplo. Tampoco existen partidos políticos con programas de gobierno que transcienda el mandato de un representante del partido en la jefatura del estado, por el contrario, se trata de franquicias que cobijan empresas electorales unipersonales o familiares.

Álvaro Uribe consideró que cuatro años no eran suficientes para desarrollar su labor redentora y no contento con extender su período con una reelección que le dio otros cuatro años, buscó un tercer período. Juan Manuel Santos aprovechó el cambio constitucional para hacerse reelegir con el argumento que cuatro años no eran suficientes para culminar su proceso de paz y ahora nuestro actual presidente lanza la idea que “el progresismo merece otro período presidencial”. Esta prolongación de mandatos resultaron y resultaran cuestionables ya que como dice el refrán popular segundas partes nunca fueron buenas.

Aquí viene la gran contradicción. Si bien cuatro años son pocos, en algunos casos cuatro años son demasiados y ocho un desastre, porque no gobiernan, como ya lo anotamos, partidos sino caudillos que se creen redentores, figura recurrente en nuestra América Latina. Son cuatro u ocho años de caprichos que pueden llegar a destruir la poca institucionalidad que queda en el país, como lo estamos viendo en el actual mandato. En casi dos años de gestión el gobierno ha hecho lo imposible por acabar un sistema de salud que necesitaba mejoras pero que funcionaba, y esta ad-portas de meter al país en un sistema pensional que llevará, ahí sí en el largo plazo, al colapso fiscal. En cada discurso donde se inaugura la mas mínima obra hay un nuevo “cabezazo” que pone en riesgo creciente el futuro de la economía.

Los mandatos largos han resultado un desastre para Colombia y la región y se han convertido en dictaduras tropicales que acabaron con naciones prosperas como Argentina y Venezuela. Los mandatos cortos nos protegen de las locuras de jefes de estado díscolos. Mientras no seamos capaces de avanzar en la construcción de partidos serios estamos condenados a las tragedias de la inmediatez y la improvisación.

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