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El nearshoring digital, entendido como la relocalización de servicios tecnológicos a países cercanos, ha tomado fuerza como una estrategia para aumentar eficiencia, reducir costos y responder con agilidad a los cambios del entorno global. En este contexto, Colombia se perfila como un destino competitivo para atraer inversión tecnológica, tanto de Europa como de Estados Unidos. Mientras estos mercados enfrentan inflación, escasez de talento y nuevas dinámicas geopolíticas, nuestro país emerge como una alternativa estratégica para externalizar operaciones digitales sin perder cercanía horaria ni afinidad cultural.
Colombia ha comenzado a captar el interés de compañías internacionales gracias a su ecosistema tecnológico en crecimiento, una población joven y conectada, y una base de talento con habilidades digitales en expansión. Startups europeas y norteamericanas ya están contratando equipos colombianos para áreas como desarrollo de software, automatización de procesos, atención al cliente y análisis de datos. En 2024, la contratación internacional de profesionales colombianos creció un 55%, lo que refleja un fuerte interés por el país como destino clave para el nearshoring digital. Desde mi experiencia, he visto cómo estos equipos logran integrarse con eficacia a proyectos globales, aportando agilidad, capacidad técnica y adaptación sin necesidad de migrar.
La ubicación geográfica también juega a favor. La coincidencia horaria con Norteamérica permite una colaboración en tiempo real, mientras que con Europa se aprovechan ciclos de trabajo complementarios. Además, los costos operativos son considerablemente más bajos: según datos de Talent.com, el salario promedio de un ingeniero de software en Colombia es aproximadamente un 92% inferior al de un profesional en el mismo cargo en Estados Unidos. Esta diferencia salarial representa una ventaja importante para empresas que buscan optimizar presupuestos sin sacrificar calidad. A esto se suma un sector de outsourcing de IT que ya supera los US$$2.000 millones anuales, consolidando a Colombia como un destino con capacidad instalada y en crecimiento.
Las empresas europeas y estadounidenses no solo buscan ahorro, sino también fiabilidad y escalabilidad. En ese sentido, Colombia tiene con qué competir: estructuras organizativas maduras, equipos con dominio del inglés, y una cultura de trabajo adaptable. Esto posiciona al país como un candidato ideal para consolidarse como hub tecnológico regional.
Claro, aún hay desafíos. La infraestructura digital no es la misma en muchas zonas del país, y persisten brechas en formación técnica avanzada e inglés profesional. También se requiere una estrategia nacional más clara para atraer inversión extranjera en servicios digitales. Sin embargo, las condiciones estructurales para competir ya están dadas.
El nearshoring digital ya está ocurriendo, y Colombia tiene mucho a su favor para capitalizar esta tendencia. Con inversión en talento, conectividad y marcos regulatorios sólidos, el país puede ofrecer no solo servicios tecnológicos competitivos, sino también convertirse en un socio estratégico de largo plazo para Europa y Estados Unidos.
Muchas de las grandes empresas, especialmente las que contratan con el Estado, siguen creyendo que sus problemas se solucionan haciendo lobby individual y fletando parlamentarios para las elecciones venideras