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Colombianos, no paremos de soñar, que nada nos detenga. Y aunque hoy nuestro caminar sea más lento, por todo lo grave que sucede, sigamos trabajando con pasión y berraquera más que nunca. Vamos al frente, con acciones claras para ayudarnos entre todos y más ahora que estamos viviendo una cruel y triste realidad, que ojalá fuera una pesadilla y no más. Nos espera un futuro lleno de prosperidad, pero no sin antes tomar decisiones frente a los problemas que nos mantienen en vilo desde hace muchos años, porque lo que nos está matando es la indiferencia y la incoherencia.
Lo que estamos confrontando es un ataque a la nación. Motivado por alguien que quiere retorcerla a como dé lugar; que nuestra democracia se convierta en una tiranía, acompañada de violencia y caos para llevarla a la absoluta miseria.
Para combatir esto, se debe continuar eligiendo a nuestros dignatarios por medio del voto en las urnas y no con el uso de las armas.
El cambio que debemos hacer es reforzar nuestros valores, luchando contra el terrorismo y la violencia, con las reglas de una nueva justicia que urge sea reformada para que promueva el respeto y la autoridad. Que castigue ejemplarmente, para no caer en su juego y poderle restituir la paz a nuestra Colombia, porque el delito le está ganando la partida. Se necesitan duras penas y sanciones para todos los infractores sin sentencias anticipadas, ni a los corruptos ni a nadie. ¡No más a la impunidad!
En este momento crucial es clave hacer una profunda reflexión con sabiduría, para no seguir ciegamente ninguna ideología política y buscar un nuevo camino aferrados a principios y valores. Que la nación sea conducida por un nuevo líder, que aún no aparece, y que no esté orientada por el odio que generan estas diferencias y agudiza la lucha de clases. Como diría el famoso cómico mexicano Cantinflas: “el problema es la pobreza, no la riqueza. Hay que reducir el número de pobres, no de ricos”. Hay que generar igualdad, no miseria.
Buena parte de la culpa de lo que está pasando es responsabilidad de cada uno de nosotros, porque escogimos un Congreso, en su mayoría ausente, elegido paradójicamente por medio del voto popular. Algunos políticos todavía creen que están representando a los miembros de la Patria boba. Resulta que “los bobos” están despertando y entendiendo que se vive una pandemia de salud hace más de un año, pero que hay otra peor que lleva decenas de años castigando severamente al pueblo.
Algunos congresistas, gobernantes y funcionarios del Estado no pueden seguir viendo sus posiciones como una plataforma para lograr el aumento del patrimonio. Si lo que quieren es dinero, pues que trabajen duro, con empeño; abran empresas y generen empleo en lugar de seguir aferrados a los beneficios y privilegios, engañando al pueblo, ese que termina rogando favores a los políticos porque sus metas son para conseguir dinero en lugar de servir.
Dentro de este escenario de confusión, el cambio está en las futuras elecciones, pero son muchos los compatriotas que venden su conciencia a cambio de almuerzos, tamales, un billete, puestos y contratos, entre otros intereses. A esto también se le llama corrupción. Para enderezar el país hay que enderezarnos como ciudadanos, porque necesitamos construir con hechos en lugar de destruir con la lengua.
Hay pasos a seguir y son inobjetables: reducir el Congreso, los salarios de senadores y representantes, sus beneficios, aprobar la muerte política y más cárcel por corrupción. Que los entes de control destapen “las mermeladas”, entre otras peticiones que acertadamente piden los jóvenes pero extrañamente todo se negocia, MENOS los cambios más urgentes e importantes.
Ante todo, la paz consiste en entender las diferencias y el pensar distinto no puede hacernos enemigos. En Colombia tiene que haber espacio para que nuestros hijos vivan, en lugar de morir sacrificados. Para buscar esto, los padres y educadores deberíamos promover la libertad de pensamiento y expresión en lugar de acentuar más el odio entre las clases sociales. ¿Esto con qué fin? Para no seguir cayendo en la trampa, porque la frase recurrente de que nos están matando y desapareciendo, no aplica para un solo lado, ya que además de las vidas que se pierden de uno y otro bando, también matan pequeños y medianos negocios generando más pobreza.
No hay conciencia del caos nacional y del terrible daño creado con los bloqueos. Y a esto agréguele los muertos en los hogares o en las UCI por la falta de oxígeno, los miles de animales de corral sacrificados de forma anticipada por la falta de alimento, las pérdidas que padecen nuestros campesinos, el incremento inusitado del desempleo y la desigualdad por lo que supuestamente se lucha. ¿Será que nadie en el paro tenía esto como objetivo? ¿O será que sí y algunos lo tenían fríamente calculado?
Estamos como “gallinas”, encerrados sin ejercer también la protesta pacífica, para que nuestros derechos vulnerados sean restablecidos por la autoridad de manera urgente. ¡Despertemos o nos sacrifican!
Infortunadamente, este mes de las madres, será recordado por las acciones de algunos hijos, quienes aumentaron las necesidades en sus casas, porque faltaba dinero para mercar. Periodo en el que no se puede comprar lo que le gusta a la familia debido a la escasez. Tiempo de vigilia y dormir menos esperando con preocupación la llegada de sus hijos al hogar. Pero lo más triste de todo, es que muchas de ellas tuvieron que darles las malas noches a sus hijos, porque sus estómagos están vacíos.
Madres, no paren de soñar, porque no podemos dar ni un paso atrás. Ojalá que el próximo año el regalo sea mucho mejor, con mayor justicia social, oportunidades de trabajo para sus jóvenes hijos, una mejor educación, combate sin cuartel a la corrupción, una paz duradera y un paseo seguro sin bloqueos por nuestra hermosa Colombia.