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Analistas 06/07/2014

Oceanificación

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean
La República Más
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La gestión ambiental de los océanos es uno de los retos más complejos que afronta la humanidad. Así como la atmósfera, los océanos conforman un compartimiento ecológico de escala planetaria, es decir, indivisible e interconectado. La circulación de corrientes marinas, de manera similar a la de los grandes sistemas de vientos, se encarga de amortiguar y distribuir al máximo las tensiones físicas y químicas que se producen de manera espontánea por la rotación de la Tierra, de manera que aún cuando hay grandes masas continentales salpicando el planeta, una bolsa plástica arrojada en Amsterdam podría llegar, hecha polvo de polímero, a las costas panameñas.  Poco a poco iremos viendo cómo, por efectos normales de la misma fricción que hace arena las conchas de los moluscos o del coral muerto, las playas y fondos marinos se irán plastificando, ya no con las desagradables bolsas flotantes que estrangulan miles de animales cada año, sino con una fina capa de partículas cuya incorporación en las cadenas alimenticias ya está comprobada, pero sin mayor idea de sus efectos acumulativos (www.unep.org/.../plastic_debris_in_the_ocean.pdf). La Unión Europea ha dispuesto la eliminación total de los plásticos no biodegradables y este año realiza en Bruselas su novena conferencia internacional en biopolímeros, una industria creciente que demuestra una transición ecológica factible para el planeta.

Los colombianos, sin embargo, aparte de ciertas campañas en los grandes almacenes, que llegan cuarenta años tarde, adoramos la bolsita y el icopor. Con ello, garantizamos la obstrucción de las plantas de tratamiento de aguas, de los sistemas de alcantarillado, de las turbinas de generación, por no hablar de la plastificación de casi todos los ecosistemas forestales: ya vemos en la Costa Caribe un paisaje teñido de girones azules que no son otra cosa que bolsas en proceso de fragmentación moviéndose de rama en rama por el viento… Y nadie logra regular su uso.

Todo ello, bolsas, botellas, cajas y cajitas, empaques absurdos teñidos de colores tóxicos y tratados con sustancias antiinflamables, son símbolos de confort y comodidad en nuestra sociedad, curiosamente surgidos y generalizados como tales en menos de cincuenta años. No sabemos cuánto tardaremos en deshacer esta cultura suicida del polímero, que, por otra parte, genera empleo y facilita enormemente la vida: ¿cómo comprar champú, transportar gaseosas a todas partes o contrabandear gasolina?

Los oceános, además de estarse acidificando por el cambio de concentraciones atmosféricas del CO2, que se convertirá cada vez en más ácido carbónico y diluirá los ya golpeados arrecifes coralinos, son también el receptor de toda la basura química de planeta, mezclada con millones de toneladas de sedimentos producidos por la erosión costera y continental, y un ambiente progresivamente contaminado por ruido subacuático que afecta el comportamiento de muchos organismos… Estos factores sumados son una clara evidencia de que hemos puesto en movimiento una nueva dinámica biogeoquímica planetaria, ya irreversible, ante la cual nos queda el reto de la adaptación: en el Antropoceno, que perdurará miles o acaso millones de años, aún sin la presencia de su principal determinante, la biota planetaria deberá responder con la misma energía con la que superó las grandes extinciones del pasado, el reto de la adaptación.

Para los colombianos, sin embargo, el vínculo con la gestión ambiental oceánica es más cercano: investigar y monitorear la transformación de 50 % de su territorio, sus mares. Así trata de hacerlo el Invemar en medio de las disputas por la responsabilidad de la gestión ambiental costera de las corporaciones autónomas, que hasta hoy nunca la han hecho, y de las disputas por la soberanía de las aguas internacionales, que impiden tomar medidas ambientales globales de ningún tipo. Quedó demostrado con la complicidad (o unicidad nacionalista, dirían otros) de algunos delegados científicos ante el convenio de biodiversidad, temerosos de llegar a acuerdos mínimos de identificación de zonas de importancia marina para la conservación, que no fue el caso de Colombia, dicho sea de paso. 

Para contrarrestar la acidificación, la plastificación y la destrucción del principal regulador ambiental planetario, solo queda la oceanificación de nuestras culturas. Y lo dice una cachaca… 

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