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Analistas 15/03/2018

Glocalidad efectiva

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

Uno de los principales resultados de la Agenda 21 para el desarrollo sostenible (1992) fue la creación de una conciencia de acción muy particular: la glocalidad. El término, con varios orígenes posibles, incluido el del comercio global, hace referencia a la “necesidad de universalizar lo local y de localizar lo universal” (Fornet-Betancourt, 2002) e indica la conexión inevitable de los fenómenos a través de las escalas. Se trata por tanto, de una perspectiva práctica para evaluar los efectos positivos y negativos de la globalización del mundo y reflexionar acerca de ellos para tomar decisiones. Nada que ver con la hermosa pero nefasta idea del efecto galáctico del batir de alas de las mariposas.

En la reunión de la plataforma global de biodiversidad que inicia este sábado en Medellín (Ipbes 6), organizada por el gobierno colombiano para el resto del mundo, converge la cooperación de la Alcaldía de Medellín, el Área Metropolitana, la Gobernación y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, en una clara indicación de que los resultados de las discusiones y la adopción de documentos acordados entre los 137 gobiernos que participan tendrá efectos de diferente índole según la escala en la que se apliquen. También la participación activa de empresas públicas como EPM y de actores como Argos, ISA e incluso Postobón, que participaron del esfuerzo de “crowdfunding” con Colciencias, la Agencia Presidencial de Cooperación, el Zoológico de Medellín y los institutos de investigación del Sina, demuestran que el tema de la gestión de la biodiversidad es cada vez más central a sus preocupaciones. La Universidad Eafit, por ejemplo, adelantará mañana viernes un foro acerca de las contribuciones del sector privado al manejo de ecosistemas en Colombia, una perspectiva creciente dentro del capitalismo verde que si bien no convence a algunos, es una vertiente muy importante en la construcción de transiciones a la sostenibilidad.

La glocalidad construida desde el Parque Berrío hasta las instancias mundiales de los acuerdos multilaterales permite reconocer el poder pleno de la diversidad, al tiempo que identificar los mecanismos de gobernanza que enlazan las decisiones de los ciudadanos de a pie con las de otros niveles de organización. Y el ejemplo antioqueño no es poca cosa: permite ver cómo las iniciativas de las comunas, de las instituciones locales, las organizaciones de vecinos toman caminos dentro y fuera del aparato representativo para modificar el paisaje en la búsqueda de sostenibilidad. Ya hay todo un entramado de decisiones acerca del manejo de la flora y fauna urbanas en cada ciudad del área metropolitana, hay políticas e inversión en todos los niveles, hay áreas protegidas y sistemas de corredores biológicos que abarcan el departamento entero, actividades de monitoreo ciudadano, expediciones a territorios pacificados, acuerdos de conservación entre empresas, autoridades como Cornare y Corantioquia y muchas comunidades. Muchas cosas han transcurrido a veces sin ser vistas en estos 25 años que cumplen los acuerdos de Río: nos quejamos de la retórica de los documentos, a menudo sin leer o debatir mínimamente sus desarrollos posteriores, pero lo cierto es que el mundo ha reaccionado y en medio de la situación crítica, hay respuestas.

¡Atentos a los resultados de las negociaciones (www.ipbes.net)!

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