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Analistas 14/08/2020

Hacia el transporte sostenible

Augusto Garrido
Docente de Ingeniería Civil
Analista LR

La desaceleración de algunos sectores de la economía y la consecuente disminución de la demanda de transporte como medida de control ante la pandemia de la covid-19, ha significado la disminución de la contaminación atmosférica a nivel global. Algunos estudios han encontrado reducción de los niveles del dióxido de carbono de 17% respecto al mismo período del año pasado.

Latinoamérica, en general, ha seguido esta misma tendencia. Por ejemplo, Bogotá, según estimaciones del gobierno distrital, ha evitado la emisión diaria de cerca de 12.000 toneladas de dióxido de carbono gracias a las medidas sanitarias que restringen la movilidad y la actividad de algunos sectores productivos. En estas semanas de confinamiento se ha logrado una mejoría de la calidad del aire en 81%, hecho que permitió superar la alerta ambiental que atravesaba la ciudad a inicios del año.

No obstante, hay que señalar que esta reducción temporal de emisiones de dióxido de carbono no es muy significativa para el clima a escala global, pues este contaminante permanece en la atmósfera durante un largo período. Así que para tener un verdadero impacto se requiere de una reducción sostenida durante mucho tiempo. Para ello, será necesario tomar otro tipo de medidas porque la reducción actual no responde a un cambio estructural de nuestra forma de producir y de consumir. Cabe esperar que tan pronto pase la emergencia sanitaria retornen los altos niveles de contaminación.

Se sabe que los sistemas urbanos de transporte tienen un impacto negativo en la contaminación atmosférica y acústica. Por eso, este sector es clave para la reducción real de las emisiones, principalmente en América Latina donde es frecuente encontrar vehículos circulando sin control de emisión de gases.

En este sentido, dentro de las políticas que se deben implementar, están las que promueven los sistemas de transporte sostenibles, los cuales contribuyen a mejorar el entorno urbano minimizando el uso de la tierra sin comprometer la movilidad de las personas y de la carga.

El reto es complejo, pero se puede lograr a partir de políticas de planeación urbana con enfoque ambiental. Si nuestro modelo de ciudad continúa con la tendencia expansiva y de uso diferenciado del suelo, cada vez será más difícil movernos, pues se obliga a los ciudadanos a buscar soluciones de movilidad poco sostenibles, como lo es el uso del vehículo particular que, usado masivamente, provoca problemas de contaminación y de congestión.

La solución radica en la formulación de planes de ordenamiento territorial que deben apuntar hacia un desarrollo orientado al transporte, donde se fomenta el uso mixto del suelo y la densificación inteligente de la ciudad, de forma tal que la población pueda satisfacer sus necesidades básicas en un entorno cercano, con desplazamientos que se puedan hacer a pie o en bicicleta. Esto parece poco, pero podría tener un gran impacto en el medio ambiente.

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