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Analistas 23/08/2023

De Oppenheimer a Milei: ¿El Banco Central como arma de destrucción masiva?

Armando Armenta Reales
PhD - Estratega de Portafolio - Mercados Emergentes Alliance Bernstein

La irrupción del candidato Javier Milei como uno de los favoritos a quedarse con la Presidencia después de las elecciones primarias en Argentina, trajo de nuevo el debate sobre el papel de la Banca Central en las economías emergentes. Dentro de su estilo estrambótico, Milei ha vociferado que en uno de sus primeros actos de gobierno “dinamitaría” el edificio del Banco Central (de manera metafórica, por supuesto) y eliminaría el peso argentino como moneda de curso legal para darle paso al dólar americano en una transición que podría durar entre 12 y 24 meses. Aprovechando el éxito de la película biográfica sobre J. Robert Oppenheimer podríamos utilizar algunas de sus enseñanzas para iluminar el debate sobre la habilidad de los países de tener moneda propia y, por tanto, la capacidad de usar la política monetaria (dirigida por un Banco Central) como herramienta de política económica.

En la película escrita y dirigida por Christopher Nolan somos testigos de primera mano del dilema moral enfrentado por el principal científico encargado de transformar los desarrollos teóricos sobre la energía atómica en un arma de destrucción masiva. Si bien J. Robert Oppenheimer trabaja con devoción patriótica con el objetivo de culminar su “proyecto Manhattan”, una vez esta arma es utilizada en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, y entender que la carrera armamentista en el mundo iba a llevar a la posibilidad de su autodestrucción, se convierte en un fervoroso opositor de continuar dirigiendo los esfuerzos del aparato militar y científico en la proliferación del uso de la energía atómica en la construcción de armas más potentes.

Durante los siguientes 80 años hemos sido testigos del aumento del arsenal nuclear por parte de alrededor de una docena de países. Sin embargo, las armas nucleares no han sido utilizadas sobre la humanidad desde ese aciago agosto de 1945. La energía nuclear, utilizada de manera responsable y con fines pacíficos, es también una fuente eficiente de energía que seguramente será parte de la estrategia de lucha contra el cambio climático por una diversidad de países.

El candidato Milei en reciente entrevista declaró: “Los bancos centrales se dividen en cuatro categorías: los malos, como la Reserva Federal, los muy malos, como los de América Latina, los horriblemente malos y el Banco Central de Argentina”. Así como la energía atómica puede ser utilizada de una manera perversa en la que el futuro de la humanidad se ponga en entredicho, o para ayudar en disminuir la dependencia de los combustibles fósiles y ayudar a salvarla usada de manera responsable, el tener una moneda propia puede ser utilizado como dice Milei para causar hiperinflaciones y agravar las crisis económicas, o bajo parámetros responsables y acuerdos institucionales sólidos, para disminuir las fluctuaciones económicas y el efecto sobre la población de la inflación y el desempleo.

Argentina podría convertirse en el cuarto país latinoamericano en adoptar el dólar como moneda de curso legal después de Panamá, El Salvador y Ecuador. Si bien los tres países que han tomado este camino han logrado disminuir la inflación de manera persistente a cifras de un dígito anual, solo el caso de Panamá puede ser catalogado como exitoso. Tanto Ecuador como El Salvador se han quedado sin una importante herramienta contra-cíclica que brinde la posibilidad de depreciar su tipo de cambio nominal ante fluctuaciones económicas tanto internas como externas, con altos costos en términos de crecimiento económico, recaudo fiscal y emigración de sus habitantes en tiempos de crisis. Ambos países han visto recientemente en entredicho la capacidad de pago de su deuda externa. Panamá, al ser un país eminentemente exportador de servicios financieros y de transporte marítimo global por vía del Canal, enfrenta menor volatilidad para sus cuentas externas, y la estabilidad que brinda tener el dólar como moneda supera los costos de haber sacrificado su soberanía monetaria.

¿Es la dolarización y la eliminación de la política monetaria la mejor solución para Argentina, donde los pronósticos de inflación para 2023 rondan 160%? Argentina es una economía que depende en gran parte de la venta de bienes agroindustriales y energéticos, tanto para su comercio exterior como una fuente de recursos importante del Estado. Sobra decir que este tipo de productos evidencian grandes fluctuaciones debido al impacto en su valor de los precios de los bienes básicos y, como en este 2023, de las sequías.

El núcleo de las crisis recurrentes en Argentina consiste en que tanto las importaciones (bienes intermedios para la manufactura, y servicios) en el lado externo, así como los gastos de un benevolente Estado de bienestar, son mucho menos volátiles que los respectivos ingresos. El error de política económica ha sido el de usar de manera irresponsable tanto la política de endeudamiento (interno y externo) como la financiación del déficit fiscal a través de la extensión de crédito al gobierno por parte del Banco Central para subsanar el descalce entre ingresos y gastos. Resolver este problema sería una solución menos dolorosa que la de abandonar de un tajo la capacidad de tener una moneda propia y enfrentar los ciclos económicos. Sin embargo, la evidencia le da la razón a Milei de que los argentinos no han sido capaces de llegar a esta solución y la opción más radical gana adeptos.

La respuesta a esta encrucijada, parecida a la de Oppenheimer frente al poder de la energía atómica, la recibiremos en el caso en el que Javier Milei sea electo en octubre y decida embarcar al país en el viaje, seguramente sin retorno, de la dolarización.

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