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Analistas 17/06/2021

No ResPetro

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

Indolencia y egoísmo, parecen ser las consignas de Petro y los autoproclamados representantes del comité del paro, respecto de la gente más necesitada y afectada por la crisis económica a raíz de la pandemia. En vez de trabajar con el Gobierno, el Congreso y con los empresarios -en la búsqueda de consensos y soluciones tangibles que le ayuden a la gente a conseguir trabajo, recibir un sustento económico digno para ellos y sus familias, y buscar sacar a Colombia de la crisis económica y social en la que se encuentra- la oposición prefirió aprovechar el sufrimiento de la gente para imponer su narrativa de lucha de clases. Solo buscan quebrar el aparato productivo, destruir la democracia, dividir aún más a la sociedad y generar desorden y anarquía, con el fin de alcanzar sus objetivos políticos en 2022.

Ante la falta de esperanza y confianza en las instituciones, la gente se pregunta en qué momento se jodió Colombia, parafraseando el título de la obra de Apuleyo Mendoza. Yo diría que todo empezó el día en que se perdió el respeto por el otro. Cuando permitimos que se diluyeran los valores de la sociedad, que cambiáramos de constitución como cambiar de calzoncillos y abriéramos la compuerta a renegociar el contrato social.

Cuando dejamos de creer en Dios, empezamos a relativizar los valores morales y éticos, y perdimos todo sentido de comunidad y nación. Cuando paramos de defender las instituciones y despotricar de los gobiernos. Cuando los derechos de las minorías se impusieron sobre las mayorías. Cuando dejamos que los políticos se enriquecieran y repartieran mermelada para comprar conciencias. Cuando justificamos el vandalismo o la violencia, dependiendo de donde venga. Cuando aceptamos que terroristas, secuestradores, extorsionistas, corruptos y delincuentes de turno, no paguen un día de cárcel y terminen pontificando en la política. Esta forma pusilánime de actuar es el verdadero cáncer de nuestra sociedad.

Por ejemplo, cuando un candidato pierde una elección y amenaza con salir a incendiar la calle -como lo hiciera Petro en la elección pasada- no solo lo convierte en un mal perdedor, sino que está irrespetando las reglas de la democracia y al pueblo que alguna vez lo eligió -y lo amnistió-. Si gano, las reglas valen, pero si pierdo, no valen. Parecido a lo que sucedió con el plebiscito por la paz.

Pero como decían nuestros padres, el respeto se gana. Si un Presidente permite que un grupo de criminales ponga de rodillas a todo un país a punta de bloqueos y violencia-y no se atreve a utilizar las herramientas constitucionales para restituir el orden- es como si el padre permite que el hijo le levante la mano en su casa sin consecuencia alguna. La falta de respeto en una sociedad empieza el día que la cabeza deja de ejercer la autoridad.
Por eso, si algún día queremos alcanzar la paz, la justicia social y acabar con la polarización, dejemos de participar en mesas de negociación, otorgar amnistías, convocar constituyentes, alcanzar acuerdos utópicos, proponer candidatos mesiánicos o participar en marchas pacíficas. La obtendremos el día en que cada uno de nosotros empiece por respetar la ley y el orden, a ser tolerantes con los derechos y formas de pensar de los demás y comprendamos, que la autoridad se debe ejercer con propiedad.

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